lunes, 14 de octubre de 2019

Nacionalismos


La problemática en torno a los nacionalismos en argentina
Julián Otal Landi

Los enfrentamientos religiosos o ideológicos, como los que se han sucedido ininterrumpidamente durante el presente siglo, erigen barreras en el camino del historiador, cuya labor fundamental no es juzgar sino comprender incluso lo que resulta más difícil de aprehender. Pero lo que dificulta la comprensión no son solo nuestras apasionadas convicciones, sino la experiencia histórica que les ha dado forma. Aquellas son más fáciles de superar, pues no existe un átomo de verdad en la típica, pero errónea, expresión francesa ‘tout comprendre c’est tout pardonner’ (comprenderlo todo es perdonarlo todo). Comprender la época nazi en la historia de Alemania y encajarla en su contexto histórico no significa perdonar el genocidio. En cualquier caso, no parece abstenerse de expresar un juicio. La dificultad estriba en comprender”[1]

Los limites y los desafíos del historiador ante sucesos trascendentales del siglo XX en donde convertirse en juez antes que comprender el contexto constituye uno de los mayores problemas que se dan al momento de trabajar con Historia contemporánea y, sobre todo, con la denominada Historia reciente. Un caso sintomático de nuestra historiografía es la problemática del nacionalismo argentino o, mucho más acorde, “nacionalismos” cuyos análisis se encontraron condicionados ante los cristales de la historiografía europea al momento de afrontar el problema de los nacionalismos y su germen “totalitario”.
Atravesado por las coyunturas políticas y por las diversas interpretaciones hacia los nacionalismos, la historiografía argentina se nutre de un variopinto de análisis de los nacionalismos en la experiencia nacional. Partiendo, por lo general, desde la preocupación por la “cuestión social” y el supuesto avance de los “maximalismos” en torno al Centenario que impulsara la conformación del grupo reaccionario y paramilitar como la Liga Patriótica Argentina, pasando por la crisis de los años 30 con el primer golpe cívico militar en nuestro país apoyado por diversos núcleos nacionalistas (muchos de ellos influenciado por las ideas maurrasianas) las lecturas historiográficas suelen reducirse a una visión determinista y monocausal en donde el nacionalismo se considera como el germen de los autoritarismos y la violencia que sufrirá el país a lo largo del pasado siglo.
Con el golpe militar de 1943 y el posterior ascenso de Juan Domingo Perón (quien conformará un movimiento político social nutrido de idearios nacionalistas que será un elemento clave para dilucidar las problemáticas que atravesarán nuestro país en las décadas siguientes) el análisis sobre los nacionalismos en nuestro país se complejizará. El peronismo se considerará una derivación del nacionalismo, diferenciándose del supuesto carácter elitista y conservador pero sin dejar de ser una expresión criolla del fascismo.
Es así que, sobre todo luego del golpe al segundo gobierno de Perón en 1955, se inauguraría una larga tradición de estudios en torno a la historia del nacionalismo argentino: es a partir de la crisis institucional y de representatividad política en donde la discusión historiográfica en torno a la “cuestión nacional” y los “nacionalismos” empezaron a dirimirse, según las posturas ideológicas y adscripciones a proyecto social de los intervinientes. Desde el campo de la denominada “Izquierda Nacional”, por ejemplo, Juan José Hernández Arregui en un clásico trabajo distinguía (en líneas generales) dos tipos de nacionalismos: uno de “derecha” frente a otro “popular”.
No obstante, la Argentina y el mundo de los años ’70 daban un viraje sistemático que pondría en crisis varios paradigmas, acarreado por los cambios profundos a nivel político y económico que debilitaban los modelos de “Estado de bienestar” que fueran una estructura clave de las diversas experiencias nacionalistas en el mundo desde entrada la primer posguerra. En particular, en nuestro país se instalaba la última y más cruenta dictadura cívica militar en 1976 que hiciera efectiva la desaparición sistemática de personas e instauraba a la vez una nueva matriz económica de corte neoliberal. En sintonía a este nuevo clima, los estudios o trabajos ensayísticos en torno a los nacionalismos en nuestro país pierden presencia (también debido a la carga política ideológica que acarreaban en la década anterior y que con la dictadura se silenciarían bajo una fuerte represión).
La recuperación democrática en el ’83 que diera por tierra la última y más cruenta experiencia dictatorial enmarcó una interpretación historiográfica resumida en la dicotomía “autoritarismo/democracia” que parecía sugerir que toda experiencia nacionalista había sido “antiliberal” y, por ende, “antidemocrática”[2].
En definitiva, el proyecto social del alfonsinismo reflejaba no solo una legitimidad a partir de endilgarle un valor moral a la palabra “democracia” sino también en establecer como oposición a todo lo que pudo o podría desestabilizar el orden que pareciera “natural”. Ese “pasado” que inevitablemente se incrustaba en el presente con sus heridas abiertas debían ser resueltas a la luz de los nuevos tiempos en donde la “revolución” constituía un hecho del pasado que debía ser olvidado o, en su defecto, condenado. Como ejemplo podríamos mencionar el ya clásico trabajo de Richard Gillespie “Montoneros, soldados de Perón”. El autor se concentra en el origen autoritario del mismo, centrado en el nacionalismo católico en una lectura muy propia de la historiografía argentina de entonces. De esta forma, Gillespie reduce la lectura del final de la organización a partir de una interpretación nacionalista y autoritaria que se encontraría en su vicio de origen: así los fundadores de Montoneros habían hecho propias las practicas ideológicas de Tacuara y descubrieron la “teología radical” a partir de la difusión posconciliar de la mano de dos figuras claves en la formación de ellos: el padre Carlos Mugica y ex seminarista Juan García Elorrio[3].
A conclusiones pobres de sustento han caído los más diversos estudios del nacionalismo argentino pasando por David Rock[4] hasta el más reciente trabajo de Michael Goebel[5], en donde la valoración de dichos trabajos tienen gran valoración desde la heurística pero derivan desde lo hermenéutico en una perspectiva de corte determinista y tendencioso, quizás demasiado influido por las experiencias de memoria e historia desarrolladas en Europa. El historiador alemán Michael Goebel es la expresión de dicha problemática al momento de discernir la interpretación de los diversos nacionalismos. Así, su trabajo reciente titulado en nuestro país como La Argentina partida (cuando la traducción más idónea y fidedigna sería “La Argentina partisana”) encuentra su respectiva deuda intelectual con relación a las conclusiones que expone Quattrochi-Woisson en su ya clásico libro Los Males de la memoria[6]. Heredera tanto del clásico trabajo de Pierre Norá[7]  como de las polémicas y posicionamientos suscitados a partir de la famosa “querella de los historiadores” (Historikerstreit)[8] durante la década de los ochenta, la autora traslada la discusión política historiográfica suscitada en Alemania a la problemática nacional. Principalmente nucleada entre las posturas de Ernest Nolte y Jürgen Habermas en torno al nacionalismo alemán y en donde el filósofo Habermas acuñara el término “uso público de la Historia”, Goebel como Quattrochi-Woisson terminan trasladando en muchos aspectos las problemáticas suscitadas en torno al nacionalismo en tiempos de la República Federal Alemana para explicar la problemática de los nacionalismos en Argentina donde, finalmente, llegan a la conclusión de que fueron los responsables de la creación de un discurso autoritario y antidemocrático (confundiendo a su vez “antiliberalismo” con “antidemocracia”). Así, para ambos autores la responsabilidad del nacionalismo es neta por haber conformado la construcción de una “contramemoria” que conflictuaba con un orden indiscutido e incuestionable por ambos autores.
Otro autor que merece un destacado por su hipótesis delirante pero aprobada académicamente por los diversos autores representativos de la historiografía como Halperín Donghi, Luis Alberto Romero, Mariano Plotkin e Hilda Sábato son los diversos trabajos de Federico Fichelstein, quien suscribe a la teoría que el nacionalismo, el peronismo y la "guerra sucia" (terminología que él usa) es producto del fascismo importado. Aclara: es un fascismo distinto al europeo, el fascismo es un "fascismo en movimiento". En el prólogo de Fascismo trasatlántico (2010), donde trata de defender su postura afirma:
"Para Mussolini, la Argentina no era en realidad una nación -punto de vista que los fascistas argentinos no aceptaron… De hecho, los nacionalistas argentinos nunca adoptaron el modelo propuesto por sus contrapartes europeas"...
En la presentación y en las conclusiones parece confuso pero para el autor, al considerar la existencia de un “fascismo global” (es decir, el fascismo italiano que históricamente es la expresión original de dicha tendencia para Finchelstein es sólo una representación más), toda expresión nacionalista que se posicione ante el liberalismo, significa una tendencia antidemocrática (porque entienden la democracia como liberal por naturaleza) y autoritaria[9].
De esta manera, el problema sobre el abordaje historiográfico en torno a los nacionalismos en nuestro país no deja de pecar con los mismos preceptos que Francois Furet y varios intelectuales franceses conservadores (en el marco de la crisis y caída de URSS) cuestionaban al terror desatado por la Revolución francesa como germen de los totalitarismos desatados en el siglo XX[10]. Así, salvando las distancias, se termina estableciendo una lectura deshistorizada y determinista en donde se sostiene los preceptos de la democracia liberal como normas y valores atemporales. En función de estas críticas, adherimos a la afirmación de Enzo Traverso cuando expone que “No se trata de poner en duda las virtudes del humanitarismo, sino simplemente de impedir que nuestra sensibilidad pos-totalitaria nos lleve a transformar una categoría histórica, pensando que la condena moral de la violencia puede reemplazar su análisis e interpretación. El espíritu de la era conservadora presenta al humanitarismo como el corolario indispensable del liberalismo, inmunizado contra las ideologías y surgido de las cenizas de un siglo de horrores.”[11]
Los trabajos que pueden diferenciarse de dicha tendencia son los de Cristián Buchbrucker y Fernando Devoto. El primero, influenciado por la escuela historiográfica alemana y dirigido por el historiador que confrontara a Habermas en la mencionada Historikerstreit Ernest Nolte, Buchbrucker se propone en su trabajo Nacionalismo y peronismo un análisis sistemático de ideas y temas, tópicos y retórica de las diversas expresiones del nacionalismo en el campo de nuestra cultura política contrastándolo, a su vez, con las matrices europeas y con la cambiante coyuntura histórica, nacional e internacional[12]. En líneas generales, distingue dos tipos de nacionalismos: uno restaurador frente a otro populista (de quien el peronismo se nutrió de manera directa[13]). Sin embargo, una de las críticas a su trabajo pueden inferirse en torno a la excesiva estructuralidad del análisis: concibiendo una historia de las ideas o del pensamiento de manera categórica y (aunque no de manera explícita) evolucionista pierde por momento la historicidad del relato que desarrolla de manera ordenada y esquemática. 


El segundo autor en cuestión es Fernando Devoto quien, en 2005, retomara y perfeccionara el trabajo inicial realizado a la par con María Inés Barbero en 1983. En Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna. Una historia, Devoto se propone matizar y complejizar las mencionadas construcciones historiográficas en torno a los nacionalismos. Desde su introducción, el autor nos advierte el criterio del recorte: se trata de “estudiar al nacionalismo en sentido restringido, al nacionalismo de derecha, antiliberal, el nacionalismo de los nacionalistas en el contexto más amplio, en el regazo de aquel otro nacionalismo de herencia decimonónica, genérico, identitario”[14]. En función de indagar los orígenes y desarrollo del “nacionalismo de los nacionalistas” se propone trabajar con su momento de génesis y formación durante las décadas de los ’20 y los ’30 hasta el eclipse de la experiencia uriburista. El autor argumenta que decide exceptuar del mismo al “otro” nacionalismo aquel de tendencias populares o populistas ya que los considera “grupos marginales dentro de los marginales”[15]. El criterio es discutible y plantea desde el inicio las limitaciones del trabajo: si precisamente el estudio de Devoto se aboca a indagar sobre el derrotero de aquel nacionalismo en formación de carácter autoritario hubiera resultado fructífero ya sea a nivel ilustrativo o comparativo trabajar con la experiencia de otro nacionalismo, muchos de ellos adeptos al yrigoyenismo y cuya raíz del mismo sentaría las bases posteriores de FORJA a mediados del ’30[16]. No obstante, el propósito de su trabajo es focalizar sobre las rupturas por sobre las continuidades (aunque, paradójicamente, dice inspirarse en la clásica obra de Fernand Braudel El Mediterráneo en donde la visión estructural privilegia las continuidades históricas):
Indagar no solo los proyectos de los nacionalistas, sino sus límites, las imposibilidades para crecer, para extenderse, tanto en las elites como en el seno de las clases medias, naturales destinatarias de sus propuestas, es una de las líneas principales de argumentación de esta obra”[17].
Devoto analiza el surgimiento de la tradición antiliberal, autoritaria y antidemocrática reflejando no la fortaleza de sus orígenes (como lo había señalado el libro de David Rock La Argentina Autoritaria y en, cierta medida, la apoya con una interpretación generalizada y sin matices el de Michael Goebel[18]) sino sus debilidades, su heterogeneidad y sus dificultades a la hora de proponer su proyecto.
En definitiva, el trabajo de Fernando Devoto constituye un aporte fundamental para complejizar y también desmitificar ciertas afirmaciones que se mantenían bibliográficamente en torno al nacionalismo argentino. El enfoque desde un plano intelectual que reúne las diversas facetas de la trayectoria de los nacionalistas sin caer en lecturas generales: brindando el recorrido de los nacionalistas desde diversas dimensiones (políticas, ideológicas, literarias) Devoto prefiere analizarlos conjuntamente eludiendo el criterio generacional y social ya que lo considera arbitrario. En ese sentido, alude al sentido de espacios de sociabilidad como factor de análisis para explicar los diversos posicionamientos que tienen los actores integrantes[19].
Otro trabajo, que se lo puede enmarcar dentro del renacer en los estudios historiográficos conocido como “nueva historia política”, es el de Fortunato Mallimacci, Humberto Cuccetti y Luis Donatello quienes, focalizándose en el estudio del derrotero entre nacionalismo y catolicismo, abordaron las diversas concepciones y subjetividades de los que se identifican con posturas nacionales desde modernidades periféricas. En ese sentido, dan cuenta de la complejidad del catolicismo en torno a su unidad/diversidad en los espacios públicos. La heterogeneidad y la construcción de sentido de acuerdo a los contextos son elementos de interpretación claves para no caer en la falsa consideración de que peronismo, catolicismo y nacionalismo como un todo relacionado y sin fisuras. Entendiendo la complejidad del mismo, posibilitan a los autores a discernir mejor las diversas trayectorias que se establecen en la década de los sesenta y setenta.[20]
En definitiva, la ampliación de perspectivas y trabajos que responden a variadas tendencias historiográficas son de gran utilidad al momento de analizar la trayectoria de los nacionalismos en nuestro país. Luego de la crisis del paradigma estructuralista, la visión homogénea y general resulta más difícil abordar debido a los estudios de casos y la tendencia a la especialización que, por un lado, favorece el manejo de la temática pero circunda y dificulta, por otro, la articulación de los diversos fenómenos sociales, políticos y económicos.
La posibilidad que brinda el “retorno del sujeto histórico” bajo el posestructuralismo puede facilitar la comprensión de uno de los fenómenos (los nacionalismos) sin perder de vista la temporalidad y el espacio histórico en que está inmerso. La biografía intelectual constituye una herramienta compleja pero interesante para utilizar teniendo en cuenta los preceptos mencionados.
El desarrollo de las nuevas tendencias historiográficas a partir de la década de los ochenta viene brindando una multiplicidad de enfoques de acuerdo a las teorías y sobre todo de acuerdo a la interpretación. Los peligros de estar supeditados a conclusiones deterministas fueron las que llevaron a conclusiones arbitrarias como el caso de los nacionalismos en nuestro país en donde, en cierta medida, el afán por querer aplicar determinadas teorías o definiciones terminan siendo una debilidad a la hora de exponer las respectivas conclusiones. Queriendo encajar el objeto al marco teórico a lo Procusto (es decir, decidido a cortar las partes que no encajan) se termina perdiendo el eje o, al menos, queda el mismo sumamente condicionado. Los últimos trabajos en torno a los nacionalismos fueron marcando una suerte de hoja de ruta para establecer una apertura de nuevas interpretaciones. En ese sentido, la propuesta de establecer la interpretación de los nacionalismos a partir de un itinerario biográfico puede brindar un poco más de luz hacia ciertos recovecos que fueron opacados ante la generalidad de las conclusiones.

 Referencias

[1] Hobsbawm, E. (1995) Historia del siglo XX, p. 15.
[2] Obra paradigmática de entonces fue el trabajo de Cavarozzi, Marcelo, Autoritarismo y democracia, Buenos Aires, EUDEBA, 2003 (1983), también el documental de Miguel Pérez La Republica perdida (1983) refleja el mismo paradigma historiográfico.
[3] Gillespie, Richard, Los Montoneros, Soldados de Perón, Buenos Aires: Grijalbo. 1998
[4] Rock, David, La Argentina autoritaria, Buenos Aires, Ariel, 1993.
[5] Goebel, Michael, La Argentina partida, Buenos Aires, Prometeo, 2013.
[6] Quattrocchi-Woisson, Diana, Los males de la memoria. Historia y política en la Argentina, Buenos Aires, Emecé, 1995.
[7] Nora, Pierre, Lieux de Mémorie I: La République, París, Gallimard, 1984.
[8] Acha, Omar: “El pasado que no pasa: la Historikerstreit y algunos problemas actuales de la historiografía” en Entrepasados. Revista de historia, N° 9, 1995, pp. 113-140.
[9] Finchelstein, F. Fascismo trasatlántico. Ideología, violencia y sacralidad en Argentina y en Italia, 1919-1945. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2010.
[10] Furet, Francois, El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1995.
[11] Traverso, Enzo, A sangre y fuego, Buenos Aires, Prometeo, 2009, p.17.
[12] Buchbrucker, Cristián, Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Buenos Aires, Sudamericana, 1987.
[13] Op. Cit, p. 308.
[14] Devoto, Fernando, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna, Buenos Aires, Siglo XXI, p. XXIII.
[15] Op. Cit, p. XXIII.
[16] Uno de los trabajos que se destacan en estos últimos años tanto por asumir un posicionamiento ideológico sin descuidar el rigor metodológico, realizando un valorable aporte historiográfico es el análisis exhaustivo de Juan Godoy sobre FORJA, su origen y desarrollo. La FORJA del nacionalismo popular, Buenos Aires, Punto de Encuentro, 2015.
[17] Op. Cit. p. XII.
[18] Rock, David, La Argentina autoritaria. Los nacionalistas, su historia y su influencia en la vida pública, Buenos Aires, Ariel, 1993. En cuanto al ambicioso trabajo de Goebel, el autor cita el trabajo de Devoto en su obra aunque no atiende las particularidades de los orígenes del nacionalismo autoritario. Goebel, Michael, La Argentina partida. Nacionalismos y políticas de la historia, Buenos Aires, 2013, p. 16, 66. Una reseña crítica del mismo en Otal Landi, Ariel Julián, “Comentario bibliográfico. Goebel, Michael: La Argentina partida”, Rey Desnudo, 2016, N°8, reydesnudo.com.ar/rey-desnudo/article/download/316/286 (acceso 28 de agosto de 2016).
[19]Devoto…, p. 180.
[20] Mallimacci, F., Cucchetti, H. y Donatello, L. “Caminos sinuosos: nacionalismo y catolicismo en la Argentina Contemporánea” En Colom, F. y Rivero, A. (Edit) El altar y el trono. Ensayos sobre el catolicismo político latinoamericano, Barcelona, ANTROPHOS/UNIBIBLOS, 2006.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

si tenés algo que decir, decilio...