La problemática en torno a los nacionalismos en argentina
Julián Otal Landi
“Los enfrentamientos religiosos o ideológicos,
como los que se han sucedido ininterrumpidamente durante el presente
siglo, erigen barreras en el camino del historiador, cuya labor
fundamental no es juzgar sino comprender incluso lo que resulta más
difícil de aprehender. Pero lo que dificulta la comprensión no son
solo nuestras apasionadas convicciones, sino la experiencia histórica
que les ha dado forma. Aquellas son más fáciles de superar, pues no
existe un átomo de verdad en la típica, pero errónea, expresión
francesa ‘tout comprendre c’est tout pardonner’ (comprenderlo
todo es perdonarlo todo). Comprender la época nazi en la historia de
Alemania y encajarla en su contexto histórico no significa perdonar
el genocidio. En cualquier caso, no parece abstenerse de expresar un
juicio. La dificultad estriba en comprender”[1]
Los
limites y los desafíos del historiador ante sucesos trascendentales
del siglo XX en donde convertirse en juez antes que comprender el
contexto constituye uno de los mayores problemas que se dan al
momento de trabajar con Historia contemporánea y, sobre todo, con la
denominada Historia reciente. Un caso sintomático de nuestra
historiografía es la problemática del nacionalismo argentino o,
mucho más acorde, “nacionalismos” cuyos análisis se encontraron
condicionados ante los cristales de la historiografía europea al
momento de afrontar el problema de los nacionalismos y su germen
“totalitario”.
Atravesado
por las coyunturas políticas y por las diversas interpretaciones
hacia los nacionalismos, la historiografía argentina se nutre de un
variopinto de análisis de los nacionalismos en la experiencia
nacional. Partiendo, por lo general, desde la preocupación por la
“cuestión social” y el supuesto avance de los “maximalismos”
en torno al Centenario que impulsara la conformación del grupo
reaccionario y paramilitar como la Liga Patriótica Argentina,
pasando por la crisis de los años 30 con el primer golpe cívico
militar en nuestro país apoyado por diversos núcleos nacionalistas
(muchos de ellos influenciado por las ideas maurrasianas) las
lecturas historiográficas suelen reducirse a una visión
determinista y monocausal en donde el nacionalismo se considera como
el germen de los autoritarismos y la violencia que sufrirá el país
a lo largo del pasado siglo.
Con
el golpe militar de 1943 y el posterior ascenso de Juan Domingo Perón
(quien conformará un movimiento político social nutrido de idearios
nacionalistas que será un elemento clave para dilucidar las
problemáticas que atravesarán nuestro país en las décadas
siguientes) el análisis sobre los nacionalismos en nuestro país se
complejizará. El peronismo se considerará una derivación del
nacionalismo, diferenciándose del supuesto carácter elitista y
conservador pero sin dejar de ser una expresión criolla del
fascismo.
Es
así que, sobre todo luego del golpe al segundo gobierno de Perón en
1955, se inauguraría una larga tradición de estudios en torno a la
historia del nacionalismo argentino: es a partir de la crisis
institucional y de representatividad política en donde la discusión
historiográfica en torno a la “cuestión nacional” y los
“nacionalismos” empezaron a dirimirse, según las posturas
ideológicas y adscripciones a proyecto social de los intervinientes.
Desde el campo de la denominada “Izquierda Nacional”, por
ejemplo, Juan José Hernández Arregui en un clásico trabajo
distinguía (en líneas generales) dos tipos de nacionalismos: uno de
“derecha” frente a otro “popular”.
No
obstante, la Argentina y el mundo de los años ’70 daban un viraje
sistemático que pondría en crisis varios paradigmas, acarreado por
los cambios profundos a nivel político y económico que debilitaban
los modelos de “Estado de bienestar” que fueran una estructura
clave de las diversas experiencias nacionalistas en el mundo desde
entrada la primer posguerra. En particular, en nuestro país se
instalaba la última y más cruenta dictadura cívica militar en 1976
que hiciera efectiva la desaparición sistemática de personas e
instauraba a la vez una nueva matriz económica de corte neoliberal.
En sintonía a este nuevo clima, los estudios o trabajos ensayísticos
en torno a los nacionalismos en nuestro país pierden presencia
(también debido a la carga política ideológica que acarreaban en
la década anterior y que con la dictadura se silenciarían bajo una
fuerte represión).
La
recuperación democrática en el ’83 que diera por tierra la última
y más cruenta experiencia dictatorial enmarcó una interpretación
historiográfica resumida en la dicotomía “autoritarismo/democracia”
que parecía sugerir que toda experiencia nacionalista había sido
“antiliberal” y, por ende, “antidemocrática”[2].
En
definitiva, el proyecto social del alfonsinismo reflejaba no solo una
legitimidad a partir de endilgarle un valor moral a la palabra
“democracia” sino también en establecer como oposición a todo
lo que pudo o podría desestabilizar el orden que pareciera
“natural”. Ese “pasado” que inevitablemente se incrustaba en
el presente con sus heridas abiertas debían ser resueltas a la luz
de los nuevos tiempos en donde la “revolución” constituía un
hecho del pasado que debía ser olvidado o, en su defecto, condenado.
Como ejemplo podríamos mencionar el ya clásico trabajo de Richard
Gillespie “Montoneros, soldados de Perón”. El autor se concentra
en el origen autoritario del mismo, centrado en el nacionalismo
católico en una lectura muy propia de la historiografía argentina
de entonces. De esta forma, Gillespie reduce la lectura del final de
la organización a partir de una interpretación nacionalista y
autoritaria que se encontraría en su vicio de origen: así los
fundadores de Montoneros habían hecho propias las practicas
ideológicas de Tacuara y descubrieron la “teología radical” a
partir de la difusión posconciliar de la mano de dos figuras claves
en la formación de ellos: el padre Carlos Mugica y ex seminarista
Juan García Elorrio[3].
A
conclusiones pobres de sustento han caído los más diversos estudios
del nacionalismo argentino pasando por David Rock[4] hasta el más
reciente trabajo de Michael Goebel[5], en donde la valoración de
dichos trabajos tienen gran valoración desde la heurística pero
derivan desde lo hermenéutico en una perspectiva de corte
determinista y tendencioso, quizás demasiado influido por las
experiencias de memoria e historia desarrolladas en Europa. El
historiador alemán Michael Goebel es la expresión de dicha
problemática al momento de discernir la interpretación de los
diversos nacionalismos. Así, su trabajo reciente titulado en nuestro
país como La Argentina partida (cuando la traducción más idónea y
fidedigna sería “La Argentina partisana”) encuentra su
respectiva deuda intelectual con relación a las conclusiones que
expone Quattrochi-Woisson en su ya clásico libro Los Males de la
memoria[6]. Heredera tanto del clásico trabajo de Pierre Norá[7]
como de las polémicas y posicionamientos suscitados a partir de la
famosa “querella de los historiadores” (Historikerstreit)[8]
durante la década de los ochenta, la autora traslada la discusión
política historiográfica suscitada en Alemania a la problemática
nacional. Principalmente nucleada entre las posturas de Ernest Nolte
y Jürgen Habermas en torno al nacionalismo alemán y en donde el
filósofo Habermas acuñara el término “uso público de la
Historia”, Goebel como Quattrochi-Woisson terminan trasladando en
muchos aspectos las problemáticas suscitadas en torno al
nacionalismo en tiempos de la República Federal Alemana para
explicar la problemática de los nacionalismos en Argentina donde,
finalmente, llegan a la conclusión de que fueron los responsables de
la creación de un discurso autoritario y antidemocrático
(confundiendo a su vez “antiliberalismo” con “antidemocracia”).
Así, para ambos autores la responsabilidad del nacionalismo es neta
por haber conformado la construcción de una “contramemoria” que
conflictuaba con un orden indiscutido e incuestionable por ambos
autores.
Otro
autor que merece un destacado por su hipótesis delirante pero
aprobada académicamente por los diversos autores representativos de
la historiografía como Halperín Donghi, Luis Alberto Romero,
Mariano Plotkin e Hilda Sábato son los diversos trabajos de Federico
Fichelstein, quien suscribe a la teoría que el nacionalismo, el
peronismo y la "guerra sucia" (terminología que él usa)
es producto del fascismo importado. Aclara: es un fascismo distinto
al europeo, el fascismo es un "fascismo en movimiento". En
el prólogo de Fascismo trasatlántico (2010), donde trata de
defender su postura afirma:
"Para
Mussolini, la Argentina no era en realidad una nación -punto de
vista que los fascistas argentinos no aceptaron… De hecho, los
nacionalistas argentinos nunca adoptaron el modelo propuesto por sus
contrapartes europeas"...
En
la presentación y en las conclusiones parece confuso pero para el
autor, al considerar la existencia de un “fascismo global” (es
decir, el fascismo italiano que históricamente es la expresión
original de dicha tendencia para Finchelstein es sólo una
representación más), toda expresión nacionalista que se posicione
ante el liberalismo, significa una tendencia antidemocrática (porque
entienden la democracia como liberal por naturaleza) y
autoritaria[9].
De
esta manera, el problema sobre el abordaje historiográfico en torno
a los nacionalismos en nuestro país no deja de pecar con los mismos
preceptos que Francois Furet y varios intelectuales franceses
conservadores (en el marco de la crisis y caída de URSS)
cuestionaban al terror desatado por la Revolución francesa como
germen de los totalitarismos desatados en el siglo XX[10]. Así,
salvando las distancias, se termina estableciendo una lectura
deshistorizada y determinista en donde se sostiene los preceptos de
la democracia liberal como normas y valores atemporales. En función
de estas críticas, adherimos a la afirmación de Enzo Traverso
cuando expone que “No se trata de poner en duda las virtudes
del humanitarismo, sino simplemente de impedir que nuestra
sensibilidad pos-totalitaria nos lleve a transformar una categoría
histórica, pensando que la condena moral de la violencia puede
reemplazar su análisis e interpretación. El espíritu de la era
conservadora presenta al humanitarismo como el corolario
indispensable del liberalismo, inmunizado contra las ideologías y
surgido de las cenizas de un siglo de horrores.”[11]
Los
trabajos que pueden diferenciarse de dicha tendencia son los de
Cristián Buchbrucker y Fernando Devoto. El primero, influenciado por
la escuela historiográfica alemana y dirigido por el historiador que
confrontara a Habermas en la mencionada Historikerstreit Ernest
Nolte, Buchbrucker se propone en su trabajo Nacionalismo y peronismo
un análisis sistemático de ideas y temas, tópicos y retórica de
las diversas expresiones del nacionalismo en el campo de nuestra
cultura política contrastándolo, a su vez, con las matrices
europeas y con la cambiante coyuntura histórica, nacional e
internacional[12]. En líneas generales, distingue dos tipos de
nacionalismos: uno restaurador frente a otro populista (de quien el
peronismo se nutrió de manera directa[13]). Sin embargo, una de las
críticas a su trabajo pueden inferirse en torno a la excesiva
estructuralidad del análisis: concibiendo una historia de las ideas
o del pensamiento de manera categórica y (aunque no de manera
explícita) evolucionista pierde por momento la historicidad del
relato que desarrolla de manera ordenada y esquemática.
“Indagar
no solo los proyectos de los nacionalistas, sino sus límites, las
imposibilidades para crecer, para extenderse, tanto en las elites
como en el seno de las clases medias, naturales destinatarias de sus
propuestas, es una de las líneas principales de argumentación de
esta obra”[17].
Devoto
analiza el surgimiento de la tradición antiliberal, autoritaria y
antidemocrática reflejando no la fortaleza de sus orígenes (como lo
había señalado el libro de David Rock La Argentina Autoritaria y
en, cierta medida, la apoya con una interpretación generalizada y
sin matices el de Michael Goebel[18]) sino sus debilidades, su
heterogeneidad y sus dificultades a la hora de proponer su proyecto.
En
definitiva, el trabajo de Fernando Devoto constituye un aporte
fundamental para complejizar y también desmitificar ciertas
afirmaciones que se mantenían bibliográficamente en torno al
nacionalismo argentino. El enfoque desde un plano intelectual que
reúne las diversas facetas de la trayectoria de los nacionalistas
sin caer en lecturas generales: brindando el recorrido de los
nacionalistas desde diversas dimensiones (políticas, ideológicas,
literarias) Devoto prefiere analizarlos conjuntamente eludiendo el
criterio generacional y social ya que lo considera arbitrario. En ese
sentido, alude al sentido de espacios de sociabilidad como factor de
análisis para explicar los diversos posicionamientos que tienen los
actores integrantes[19].
Otro
trabajo, que se lo puede enmarcar dentro del renacer en los estudios
historiográficos conocido como “nueva historia política”, es el
de Fortunato Mallimacci, Humberto Cuccetti y Luis Donatello quienes,
focalizándose en el estudio del derrotero entre nacionalismo y
catolicismo, abordaron las diversas concepciones y subjetividades de
los que se identifican con posturas nacionales desde modernidades
periféricas. En ese sentido, dan cuenta de la complejidad del
catolicismo en torno a su unidad/diversidad en los espacios públicos.
La heterogeneidad y la construcción de sentido de acuerdo a los
contextos son elementos de interpretación claves para no caer en la
falsa consideración de que peronismo, catolicismo y nacionalismo
como un todo relacionado y sin fisuras. Entendiendo la complejidad
del mismo, posibilitan a los autores a discernir mejor las diversas
trayectorias que se establecen en la década de los sesenta y
setenta.[20]
En
definitiva, la ampliación de perspectivas y trabajos que responden a
variadas tendencias historiográficas son de gran utilidad al momento
de analizar la trayectoria de los nacionalismos en nuestro país.
Luego de la crisis del paradigma estructuralista, la visión
homogénea y general resulta más difícil abordar debido a los
estudios de casos y la tendencia a la especialización que, por un
lado, favorece el manejo de la temática pero circunda y dificulta,
por otro, la articulación de los diversos fenómenos sociales,
políticos y económicos.
La
posibilidad que brinda el “retorno del sujeto histórico” bajo el
posestructuralismo puede facilitar la comprensión de uno de los
fenómenos (los nacionalismos) sin perder de vista la temporalidad y
el espacio histórico en que está inmerso. La biografía intelectual
constituye una herramienta compleja pero interesante para utilizar
teniendo en cuenta los preceptos mencionados.
El
desarrollo de las nuevas tendencias historiográficas a partir de la
década de los ochenta viene brindando una multiplicidad de enfoques
de acuerdo a las teorías y sobre todo de acuerdo a la
interpretación. Los peligros de estar supeditados a conclusiones
deterministas fueron las que llevaron a conclusiones arbitrarias como
el caso de los nacionalismos en nuestro país en donde, en cierta
medida, el afán por querer aplicar determinadas teorías o
definiciones terminan siendo una debilidad a la hora de exponer las
respectivas conclusiones. Queriendo encajar el objeto al marco
teórico a lo Procusto (es decir, decidido a cortar las partes que no
encajan) se termina perdiendo el eje o, al menos, queda el mismo
sumamente condicionado. Los últimos trabajos en torno a los
nacionalismos fueron marcando una suerte de hoja de ruta para
establecer una apertura de nuevas interpretaciones. En ese sentido,
la propuesta de establecer la interpretación de los nacionalismos a
partir de un itinerario biográfico puede brindar un poco más de luz
hacia ciertos recovecos que fueron opacados ante la generalidad de
las conclusiones.
Referencias
[1] Hobsbawm,
E. (1995) Historia del siglo XX, p. 15.
[2] Obra
paradigmática de entonces fue el trabajo de Cavarozzi, Marcelo,
Autoritarismo y democracia, Buenos Aires, EUDEBA, 2003 (1983),
también el documental de Miguel Pérez La Republica perdida (1983)
refleja el mismo paradigma historiográfico.
[3] Gillespie,
Richard, Los Montoneros, Soldados de Perón, Buenos Aires: Grijalbo.
1998
[4] Rock,
David, La Argentina autoritaria, Buenos Aires, Ariel, 1993.
[5] Goebel,
Michael, La Argentina partida, Buenos Aires, Prometeo, 2013.
[6] Quattrocchi-Woisson,
Diana, Los males de la memoria. Historia y política en la Argentina,
Buenos Aires, Emecé, 1995.
[7] Nora,
Pierre, Lieux de Mémorie I: La République, París, Gallimard, 1984.
[8] Acha,
Omar: “El pasado que no pasa: la Historikerstreit y algunos
problemas actuales de la historiografía” en Entrepasados. Revista
de historia, N° 9, 1995, pp. 113-140.
[9] Finchelstein,
F. Fascismo trasatlántico. Ideología, violencia y sacralidad en
Argentina y en Italia, 1919-1945. Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 2010.
[10] Furet,
Francois, El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista
en el siglo XX, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1995.
[11] Traverso,
Enzo, A sangre y fuego, Buenos Aires, Prometeo, 2009, p.17.
[12] Buchbrucker,
Cristián, Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis
ideológica mundial (1927-1955), Buenos Aires, Sudamericana, 1987.
[13] Op.
Cit, p. 308.
[14] Devoto,
Fernando, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina
moderna, Buenos Aires, Siglo XXI, p. XXIII.
[15] Op.
Cit, p. XXIII.
[16] Uno
de los trabajos que se destacan en estos últimos años tanto por
asumir un posicionamiento ideológico sin descuidar el rigor
metodológico, realizando un valorable aporte historiográfico es el
análisis exhaustivo de Juan Godoy sobre FORJA, su origen y
desarrollo. La FORJA del nacionalismo popular, Buenos Aires, Punto de
Encuentro, 2015.
[17] Op.
Cit. p. XII.
[18] Rock,
David, La Argentina autoritaria. Los nacionalistas, su historia y su
influencia en la vida pública, Buenos Aires, Ariel, 1993. En cuanto
al ambicioso trabajo de Goebel, el autor cita el trabajo de Devoto en
su obra aunque no atiende las particularidades de los orígenes del
nacionalismo autoritario. Goebel, Michael, La Argentina partida.
Nacionalismos y políticas de la historia, Buenos Aires, 2013, p. 16,
66. Una reseña crítica del mismo en Otal Landi, Ariel Julián,
“Comentario bibliográfico. Goebel, Michael: La Argentina partida”,
Rey Desnudo, 2016, N°8,
reydesnudo.com.ar/rey-desnudo/article/download/316/286 (acceso 28 de
agosto de 2016).
[19]Devoto…,
p. 180.
[20] Mallimacci,
F., Cucchetti, H. y Donatello, L. “Caminos sinuosos: nacionalismo y
catolicismo en la Argentina Contemporánea” En Colom, F. y Rivero,
A. (Edit) El altar y el trono. Ensayos sobre el catolicismo político
latinoamericano, Barcelona, ANTROPHOS/UNIBIBLOS, 2006.
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