jueves, 25 de noviembre de 2010

Bacilleratos Populares. Una vieja receta puesta en práctica.

Para este trabajo, la primera parte fue basada en una investigación previa titulada "Una Escuela Para Todos. Orientación nacionalista de la escuela primaria" en colaboración con mi compañero Alejandro U. y fue presentado en las jornadas del Bicentenario "La historia argentina mirada desde el 2010: continuidades, rupturas y cambios" en el I.E.S. Nº1 Alicia Moreau de Justo el 13 y 14 de octubre de 2010.

A modo de introducción

Después del estallido del 19 y 20 de diciembre de 2001, entre otros proyectos que emergieron desde las bases mismas de las asambleas barriales y movimientos piqueteros, comenzaron a aparecer lentamente los bachilleratos populares, para disputarle abiertamente al Estado la hegemonía de la educación pública.
Esta experiencia, aunque parezca novedosa, tuvo un antecedente a principios del siglo XX, quizá desconocida para más de uno, pero con el mismo espíritu de confrontación frente a un Estado que busca homogeneizar a la población dejando de lado intereses, culturas y por sobre todas las cosas, respeto por el individuo.
Un Poquito de Historia
Desde fines del siglo XIX y comienzos del XX en la República Argentina opera un período modernizador que trae una serie de problemas de los que deberán dar cuenta los intelectuales de la época.  Estos problemas abarcan, entre otros, el ámbito social y migratorio.
La generación del ‘80 adhirió a las propuestas pedagógicas de Sarmiento, otorgándole un papel central a la educación como motor en la construcción de la nación. Es decir que se propusieron introducir la cultura de la secularización, lo cual en educación significará enseñanza utilitaria, racional y científica, tomando los ejemplos más avanzados de la educación moderna de Europa y Estados Unidos.
En aras de este proyecto el Estado Nacional  dio respuestas concretas a esta  problemática creando el Consejo Nacional de Educación y el primer Congreso Pedagógico Nacional en 1882, destinado a trazar las líneas de la política educativa, para más tarde, en 1884, concretar la promulgación y aplicación de la ley 1420 de Educación Común. 
Podemos decir que la percepción de la educación como eje importante para el progreso de la Nación “se caracteriza por el optimismo pedagógico y por el espíritu pragmático: de acuerdo con los lineamientos del paradigma sarmientino, la relación entre la educación y la economía conducía a valorizar los conocimientos útiles en función del trabajo y de la formación del ciudadano”.[1]

A medida que avanza el proceso de modernización y secularización, con él avanzan también nuevos conflictos sociales (consecuencias del surgimiento de nuevos actores sociales con intereses específicos), que en el siglo XX hicieron que la élite tenga percepciones completamente distintas de los inmigrantes, que de ser vistos como clases laboriosas y productivas pasaron a ser clases potencialmente peligrosas. A la élite no le agradó ver la enorme presencia de las masas de inmigrantes que se distribuyó en todas las capas sociales, en todos los espacios urbanos y en todas las ocupaciones, siendo incluso en algunas de estas últimas dominantes. A su vez – y esto es lo que nos compete- los inmigrantes le generaron un conflicto en el nivel de su hegemonía cultural a la élite gobernante, porque tenían sus propias instituciones educativas, donde hablaban sus lenguas originarias y conservaban la simbología de sus patrias de origen, además de introducir “ideologías peligrosas” contra la patria y la propiedad representadas por el anarquismo y el socialismo. Dejando de lado “las ideologías” este tipo de educación, que estaba por fuera del Estado, no venía a competir contra él, sino que la escuela hasta ese momento no era lo suficientemente inclusiva. Es a partir de este momento cuando la élite comenzó a diseñar y a ensayar distintos planes político educativos para poder revertir esta situación de amenazante heterogeneidad. Es decir, al sector dirigente se le tornaba imperioso “argentinizar” a los extranjeros y contribuir a la formación de una identidad compartida y es a través del patriotismo[2] donde encontrarán las respuestas.
En 1910 asume José María Ramos Mejía como presidente del Consejo Nacional de Educación “urgido por generar una enseñanza con contenidos nacionales, diseña la ‘educación patriótica’ como línea maestra de su acción: los festejos del Centenario serán el escenario apoteótico de la liturgia con la que pretenden imbuir, a través de un adoctrinamiento sostenido, de actitudes y sentimientos nacionalistas a la población estudiantil. La instrucción queda subordinada a un proyecto de instrucción nacionalista (patriótica)[3]en el que se antepone la función de adoctrinamiento ideológico; los contenidos quedan relegados a una función ancilar.”[4]  La escuela entonces se convierte en la “fábrica de hacer argentinitos”, un lugar que prefiere homogeneizar más que educar, y frente a esto las tan temidas “ideologías” intentaron quebrar el monopolio de la educación al Estado. 

En 1912 se funda la Liga de Educación Racionalista, basada en los valores de la Escuela Moderna de Francisco Ferrer i Guardia[1] de España. Entre sus fundadores se encuentran Alberto Ghiraldo, Julio R. Barcos, Enrique del Valle Iberlucea y Alicia Moreau de Justo. Esta liga publica una revista llamada La Escuela Popular, desde donde exponen sus ideas de cómo debería ser la educación: “El Estado fiel a sus propósitos especuladores de su conservación, se ha apoderado de la dirección y administración de la instrucción pública (…) ¿Cuál es el pretexto? Darle uniformidad de miras a la obra educacional del país: `hacer patriotismo` que no es lo mismo que hacer `patria` (…) La escuela estatal no educa, no forja la personalidad del futuro hombre apto para la libertad, para la acción personal por la lucha por la vida y por los ideales de la vida, y sí, en cambio, embauca la inteligencia infantil, deprime, embrutece, fragmenta y apoca el alma de la juventud que concurre a sus aulas”[2]

primer número de La Escuela Popu
Expondremos a continuación sus bases y fines:
Artículo 1: Queda constituida con el nombre de Liga de Educación Racionalista, una asociación popular cuyos fines son los siguientes:
A- Hacer conocer por todos los medios de propaganda los fines y principios de la educación racionalista.
B- Tratar de hacer converger todos los esfuerzos de todos los que comprenden la necesidad de reformar la Escuela actual, para la elaboración de un sistema de educación y de un plan de enseñanza que realice el concepto científico y humanitario de la Pedagogía moderna.
C- Llevar a la práctica ese concepto por la fundación de Escuelas Racionalistas que serán campos de experimentación de ese plan y sistema.
Artículo 2- Acepta como principio de acción y base de su obra que: El problema de la educación debe ser considerado desde el punto de vista social y desde el punto de vista individual, por lo tanto:
A- La escuela debe preparar en cada educando un elemento útil a la colectividad y siendo el progreso la condición de vida de ésta, hará de cada niño un hombre susceptible de concebir un ideal de mejoramiento integral de la vida; orientará los espíritus en formación hacia el futuro, no hacia el pasado.
B- La instrucción no es todo; sola no forma sino eruditos. Debe intentarse el desarrollo equilibrado y armónico de todas las aptitudes y tendencias útiles para formar al hombre sano, de mente clara y sin prejuicios, cuya vida moral tenga por base el sentimiento de solidaridad social.
C- Todo sistema de educación debe partir del conocimiento exacto de la naturaleza física y psíquica del niño é inspirarse en los métodos de la ciencia.
D- La verdad aceptada y demostrada, dentro de su carácter relativo, lo inspirará desechándose  por lo tanto todo dogma, todo hecho que no tenga otro apoyo que la autoridad o la tradición.
E- La escuela no debe imponer, debe demostrar y persuadir; despertar la inteligencia, estimular el raciocinio, hacer que en cada sujeto se afirme una individualidad.[7] 
            Por lo tanto, a diferencia de la escuela del Estado que busca homogeneizar, la Educación racionalista busca lograr individuos solidarios, busca desde un primer momento que sus alumnos desarrollen un pensamiento crítico y que no acepten lo que el maestro les diga como si fuese una verdad revelada.
            De todas formas, esta experiencia nunca pudo terminar de plasmarse en la sociedad, si bien algunos años antes se fundaron algunas escuelas anarquistas[8], todas tuvieron corta duración. Y la Liga de Educación Racionalista (en la cual convergían anarquistas y socialistas, por eso no la considero educación anarquista) no pudo cumplir con uno de sus objetivos fundamentales que es fundar nuevas escuelas que compitan con las estatales.

Cien años no es nada
            El Estado va hegemonizando la educación, incluyendo cada vez más la población y podemos decir que llega a su punto máximo durante los primeros gobiernos peronistas. Pero el deterioro que va teniendo el Estado a partir del último gobierno peronista, pasando por los gobiernos militares y democráticos donde se hace carne el neoliberalismo y se cambian las reglas del juego donde muy pocos ganan y la mayoría perdemos, el estallido se torna inevitable, como explica Claudia Korol “La rebelión del 19 y 20 de diciembre (2001) llamó la atención al bloque de poder sobre la imposibilidad de seguir gobernando del mismo modo, aplicando a rajatabla las políticas fondomonetaristas”[9]
            Después de la rebelión del 19 y 20 se da un hecho inédito en la historia argentina, aparecen las asambleas barriales y los movimientos de trabajadores desocupados –si bien existen de unos años antes, se instalan en el espacio público hasta hoy- y desde allí buscar las soluciones que el Estado no es capaz de dar.
            Entre estas soluciones está la educación popular, “como dimensión pedagógica de los procesos de resistencia y de creación de poder popular, como espacio para la teorización de las nuevas prácticas populares y de creación colectiva de conocimientos, como pedagogía de los oprimidos y oprimidas, pedagogía –como escribió Paulo Freire- de la indignación, de la rebeldía, de la rabia y de la esperanza.”[10]
            A cien años de las primeras experiencias de educación popular, vuelven a aparecer y esta vez con una fuerza incontenible las Escuela Populares, pero esta vez están dirigidas a los adolescentes y adultos conocidas por el nombre de Bachilleratos Populares.

Una Experiencia. La Escuela Libre de Constitución.
            Para no teorizar, vamos ver la experiencia de la Escuela Libre de Constitución (ELC en adelante), este bachillerato cumple tres años y se recibe el primer tercer año de su historia. La vieja receta se puso en práctica y da su primer resultado. La ELC funciona en el local de la Federación Libertaria Argentina, donde existe una biblioteca y un archivo-hemeroteca específicos del anarquismo.
            Conversamos con María del Carmen Cáceres, profesora y licenciada en historia, quién junto a Martín Acri –también profesor y licenciado en historia- dieron el impulso para la creación de este bachillerato popular. Vale decir que ellos no son los fundadores, sino quienes trajeron la propuesta, el grupo entero de profesores y alumnos son los fundadores.
¿Cómo surgió la idea del bachillerato?
Bueno, en el 2007 lo comentamos acá con los compañeros de la casa la idea de formar un bachillerato, ya conociéndonos (los compañeros de la FLA) por la investigación que veníamos haciendo sobre la educación libertaria de argentina desde finales del siglo XIX hasta 1945, con la tesis y con trabajos menores que fuimos haciendo para el taller de educación popular, entonces pensamos en crear una escuela en un espacio que tiene tanta trayectoria de militancia y de lucha de los trabajadores y bueno, motorizar las ideas de aquellas escuelas de principios del siglo XX.
            Al año siguiente se hizo la convocatoria, a la casa le pareció bárbaro[11], hablamos también de la tensión que existe con el tema de los títulos, que es una necesidad para el pibe que entra al bachillerato por eso de conseguir un trabajo o poder seguir los estudios y sabiendo que el título también lo da el Estado, por eso hay como una tensión y todavía sigue existiendo, si bien ahora no hay tanta discusión con respecto a ese tema, también es una lucha conseguirlos, aunque este año ya nos los garantizaron para la primer camada.
Sobre las propuestas pedagógicas, ¿Está inspirado en la Escuela Racionalista o en algo más, Freire por ejemplo?
Más allá de la inspiración por los estudios que hicimos, en realidad nos basamos en lo que es la educación popular desde el punto de vista “freiriano”, esto es de romper un poco con la educación bancaria que todavía se da en el sistema formal, trabajar con el estudiante, interactuar, trabajar no solo temas desde la cotidianeidad de ellos, sino brindarles determinadas temáticas que ni siquiera la escuela secundaria le brinda. Los profesores de aquí, en su mayoría son universitarios o tienen una formación distinta (sic), entonces no se trata de la mera formalidad, bajar contenidos y ya, sino ampliar la gama. A veces los chicos se sorprenden, piensan que el bachillerato es fácil: “ah, bueno, son tres años, me recibo”, no, acá se discutió desde el vamos el qué enseñar…quizá todavía nos falte el cómo enseñar. Acá se respeta la libertad de cátedra, los profesores tienen sus grupos de trabajo. También brindarles –en una realidad en que el problema es el trabajo-ciertas herramientas con las que puedan el día de mañana desenvolverse…Y desde el punto de vista libertario, brindar la libertad de elegir…quizá falte mucho para lograr la autonomía del estudiante, vos pensá que venimos de un sistema plasmado(sic), destruido y  escolarizado, entonces es muy difícil decirles “elijan las lecturas que quieran” como pretendían las escuelas libertarias de principios del siglo XX, esto falta construir, hay que deconstruír el sistema  escolarizado y poder generar esto, de la libertad de elegir temas. 
Lo que hicimos este año (2010) que los alumnos de tercero discutan el plan de estudio, incorporar nuevas materias, la necesidad de incorporar geografía para primero surgió de los mismos estudiantes. Lo que también se logró fue el funcionamiento de las asambleas, no solo de los profes y los alumnos por separado, sino que se da entre todos, esto sirve para que aprendan que las decisiones las tomamos en conjunto.
¿Me podés contar como es la “burocracia” del bachillerato?               
Mirá, la no existencia de directivos o de personal, acá la división de tareas la tratamos de hacer  entre todos. Los directivos se rotan, no son siempre los mismos, las decisiones se toman entre todos, que da, como terminar, como afrontar la situación frente a los otros bachilleratos -porque no es que estamos aislados- para lo que es la lucha por el título o por recursos y demás, tenemos que estar con los otros bachilleratos porque sino no te sale nada. Y bueno…para conseguir recursos los chicos estamparon unas remeras en el taller de serigrafía que las estamos vendiendo con el lema: Ni amo, Ni patrón, Ni director…y bueno…
Explicame el tema de los directivos, porque primero me dijiste que no existen y después que rotan…
Los directivos es pura formalidad para las firmas de certificados y demás, las decisiones se toman en la asamblea, las muy inmediatas resolvemos los compañeros que están en ese momento. Desaparece la figura de jerarquía, tampoco hay colegiado, porque en otros bachilleratos hay colegiados, esto es por ejemplo, tres referentes y todo pasa por ellos, acá no, acá es todo el grupo el que toma la decisión.
¿Tienen pensado hacer un seguimiento con los chicos que se reciben y quieren continuar con sus estudios?
Estamos pensando en hacer un cuarto año, nosotros decíamos que con un tercer año no alcanza y más con la formación con la que vienen los chicos. Siempre hablo del analfabetismo funcional, que por más que los pibes sepan leer y escribir carecen de ciertas herramientas como la lectura comprensiva en un nivel o el análisis de texto, de novelas o material académico, ni hablar de matemática que tienen que empezar casi de cero para poderse nivelar. Entonces lo que se pensó para el año que viene, viendo que es lo que van a estudiar, una apoyatura en determinadas materias y quizá el día de mañana, cuando tengamos más energía y recursos armar un cuarto año de especialización. Lo que también estamos viendo que hay chicos que cuando terminen no quieren irse, así que van a sumarse a dar clase o compartiendo algún espacio.
¿El trabajo en el aula es con pareja pedagógica?
Por lo general sí, sobre todo en el área de sociales, en las de exactas es más difícil…
¿La idea es que siempre haya?
Sí, el problema es en el área de matemática que hay un solo compañero, a veces se acerca alguno y le da una mano. Pero sí, hay que romper con eso de que haya un único profesor, aparte las clases se hacen más dinámicas, se pueden cubrir en el caso de que falten…si, pareja o grupo pedagógico porque en algunos casos son tres.
¿Y sobre el tema de límites, disciplina con los alumnos, que me podés contar?
Mirá, es difícil, siempre empezamos de cero con el tema de “la libertad”, pero como justamente es un proceso a construir y ellos están acostumbrados a la disciplina, la sanción y demás, cuesta un montón, entonces cuando le decís “si no te gusta y si querés andate” ellos se levantan y se van y no se dan cuenta que se están perjudicando, entonces uno de los métodos que implementamos este año es que firmen a la hora de retirarse, eso implica la responsabilidad de si están dentro o no de la casa, por más que la cuestión legal todavía no está saneada(sic), entonces al hacerse cargo de que ellos son los que se retiran por cualquier razón, comienzan a ver que se están perjudicando ellos, hacerles ver que  la libertad que se les da tienen que aprovecharla. El bachillerato es elegir estar, compartir y trabajar con el otro, y si se van el perjudicado es el alumno…esto siempre tratamos de hablarlo, quizá al principio no lo entienden y pasa mucho: “ah, me rateo y me voy o que bueno tengo hora libre” porque es muy común porque están acostumbrados al otro sistema.
Pero el cambio de mentalidad ¿lo notan a partir de cuando?
El año pasado hubieron pequeños robos, y en ese caso decidimos no decidir el docente sino la asamblea, ¿qué hacer? porque surge todavía esto de la condena o la culpabilidad, al que es chorro revisarle la mochila, hay que echarlo, está todavía eso de incriminar, porque estamos en una sociedad donde es muy común echarle la culpa al otro y no hacerse responsables de las cosas. Pero bueno, la asamblea funcionó justamente en ese sentido, para ver que se puede resolver de otra manera.   Con el tema de la limpieza, lo que tratamos medianamente es que nosotros limpiamos porque aquí no hay porteros, entonces que ellos también limpien su propio espacio, que lo cuiden…y la verdad que funciona…
El taller de arte de la E.L.C.
Hay chicos que no tuvieron la experiencia de la secundaria formal y en lugar de anotarse en un CENS, apareció esta oportunidad y la aprovecharon. Pero otras personas se acercaron porque fueron expulsadas del sistema, como el caso de Ana que por ser extranjera, no le querían validar lo que había cursado de secundaria en Perú o de Paula, que puede terminar sus estudios porque puede concurrir con sus hijos a la escuela.
Los que tuvieron experiencia en la educación formal, lo que más resaltan es la relación que se genera con el docente, no lo ven como una persona subido en el pedestal de la erudición, sino como un compañero que sabe más y que respeta al alumno como merece ser respetado.
A modo de conclusión.
         Si bien los escenarios son distintos a principios de ambos siglos, estas experiencias de educación popular se dieron en momentos en que la legitimidad del Estado estaba puesta en duda. El Estado Nacional con el correr del siglo XX pudo incluir a la mayoría de la población, logrando hegemonizar la educación.
La semilla fue puesta en el siglo XX y las flores son del siglo XXI. Lo que queda por hacer es que estas experiencias crezcan y se conviertan en un árbol alto y fuerte.  Que no sea sólo la educación de los desplazados, sino que se convierta en lo que dice ser, Educación Popular, educación para el pueblo y desde el pueblo…y el pueblo somos todos.
                                                                    Ricardo B.

Bibliografía
DI TULLIO, Lucía Ángela; Políticas lingüísticas e inmigración. El caso Argentino, Eudeba, 2003.
KOROL, Claudia, Pedagogía de la Resistencia, Cuadernos de Educación Popular. Ediciones Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires, 2005.
La Escuela Popular Nº1, 1912


[1] Di Tullio, Lucía Ángela; Políticas lingüísticas e inmigración. El caso Argentino, Eudeba, 2003 Pág. 127
[2] Hago referencia al patriotismo y no al nacionalismo, porque este último es una doctrina que aparecerá en la década del 30.
[3] “patriótica” es mío.
[4] Ídem. Pág. 172.
[5] Para un acercamiento a este tema se recomienda leer Ferrer i Guardia, F. La Escuela Moderna, Ed. Zero, Madrid. 1976.
[6] La escuela Popular Nº1, 1912, Pág. 1.
Esta publicación consta de 20 números editados entre octubre de 1912 y julio de 1914.
[7] Ídem. Pág. 9.
[8] A principios del siglo XX, se fundó la Escuela Moderna de Luján, La Escuela Moderna de Buenos Aires, La Escuela Libertaria Nueva Humanidad que funcionaba en la sociedad de panaderos.
[9] Korol Claudia, Pedagogía de la Resistencia, Cuadernos de Educación Popular. Ediciones Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires, 2005. Pág. 10.
[10] Ídem. Pág. 10
[11] Aquí se refiere a los militantes de la FLA.

Las Guerras Civiles Argentinas


Análisis Historiográfico del libro “Las Guerras Civiles Argentinas”
 de Juan Álvarez

La obra que voy a analizar es “Las Guerras Civiles Argentinas” de Juan Álvarez, publicada en 1914. Voy a trabajar con una edición de Eudeba de 1983.
Para acercarme al trabajo de Álvarez, utilizaré como marco teórico a los textos vistos en clase de Gerard Noiriel, Peter Novick y Jürgen Kocka además de utilizar un artículo de Fernando Devoto, otro de Tulio Halperín Donghi, más el prólogo del libro escrito por Sergio Bagú.
A partir de Niebhur y Ranke a principios del siglo XIX,  desde Alemania hacia Europa se irá imponiendo el método histórico-crítico el cual tenía preferencias por fuentes literarias-lingüísticas y por la interpretación hermenéutica-comprensiva. Este método formaba al historiador para el estudio de las motivaciones, actitudes y acciones transmitidas más que para la exploración de las estructuras y procesos supraindividuales, por eso la vida política era más adecuada para la investigación que la vida social y económica[1]. Argentina no va a ser ajena a este modo de encarar el estudio de la historia. Bartolomé Mitre se va a convertir en el iniciador de la historiografía científica argentina, a diferencia de Vicente Fidel López que pretendía hacer una historia filosofante, Mitre junto a Paul Groussac van a pensar en una historia que deba ajustarse a los cánones metodológicos de Europa.
También a principios del siglo XIX surge, desde Francia, una nueva corriente filosófica llamada Positivismo. Desde el sociólogo Augusto Comte comenzará a desarrollarse un nuevo paradigma en las ciencias sociales, se utilizará el método científico que venía desarrollándose en las ciencias naturales desde el siglo XVIII, que es organizar conocimientos (naturales o sociales) mediante la observación empírica de determinadas hipótesis para luego establecer leyes con carácter predictivo.
Posteriormente se darán una serie de discusiones sobre si la historia es o no es una ciencia, pero lo que es necesario remarcar es que el positivismo influye sobre los historiadores al alcanzar un método riguroso, de dar validez a las afirmaciones a partir de las fuentes. La historia que va a predominar en las obras de los positivistas, será de tipo monográfico, que permita bajar la mayor cantidad de datos.[2]
En Argentina existía una generación de historiadores positivistas entre finales del siglo XIX y XX entre los que se destacaban Álvarez, Ramos Mejía, Ingenieros, Quesada, Juan A. García. Esta generación positivista no veía que la historia argentina fuese un proceso tan exitoso como lo había propuesto Mitre y a su vez era mucho más escéptica  acerca de la posibilidad de extraer lecciones provechosas de ella. Los personajes de estos historiadores no eran los próceres ni la construcción de una nación independiente, sino las multitudes, la familia, la sociabilidad, la locura, las formas económicas o las instituciones políticas.
Entre ellos estaba Juan Álvarez (1878-1954),  quien era además de historiador, “estadígrafo y jurista., su producción escrita traduce en todo momento su responsabilidad científica y técnica. Bajo su dirección se levantó en Rosario, en 1910, el tercer censo municipal, que contiene importante material estadístico para la medición de múltiples fenómenos sociales y económicos.” [3]

 Juan Álvarez en esta obra intenta comprender los conflictos políticos y sociales relacionándolos con las fluctuaciones cíclicas de la economía, y a la vez deja de lado la utilización de la historia para propósitos de pedagogía patriótica escolar sino que su propuesta es la de suministrar a las élites, no a los estudiantes, los medios para prever los conflictos sociales a través de un descubrimiento de las leyes que rigen a los mismos.[4] En resumen, la obra intenta explicar la historia centrándose en el antagonismo Buenos Aires-Interior en sus causas económicas, tanto el conflicto por controlar los recursos aduaneros del puerto único como la oposición entre los operadores del libre cambio y los proteccionistas. Sergio Bagú en el prólogo del libro nos dice:”(…)Esta obra de Juan Álvarez no ofrece una teoría general del origen de los conflictos armados en la historia nacional -como podría sugerirlo el título- , sino que presenta diversas situaciones históricas, importantes todas ellas aunque no conectadas entre sí, en las cuales debe admitirse la presencia de causas económicas inmediatas, si bien dejando a salvo, como lo hace el autor de modo expreso, la posibilidad de que hayan actuado asimismo otras de diferente naturaleza.”[5]
La hipótesis de Juan Álvarez, “aspira a demostrar que las guerras civiles argentinas ofrecen un sentido suficientemente claro en cuanto se las relaciona con ciertos aspectos económicos de la vida nacional”.[6] Entiende que el error de los historiadores emana de atribuir más importancia al aspecto externo de los hechos que a la investigación de las causas, las revoluciones son vistas como resultado de la voluntad de un jefe militar o un caudillo más las muchedumbres que lo siguen, pero los intereses o aspiraciones de un solo hombre no explican la actitud de las muchedumbres mejor que las aspiraciones e intereses de esas muchedumbres.
Y como positivista, concluye demostrando la utilidad de su objeto de estudio,  para poder prever la producción del fenómeno revolucionario. “No llegaremos a predecir que tal día, determinado jefe sublevará a sus tropas; pero se podrá establecer con bastante aproximación en que momento y por que motivo hayan de aumentar en ciertas regiones del país las probabilidades de desordenes sangrientos[7].”
La obra, dividida en ocho capítulos, parte desde la geografía para explicar las diferencias existentes en todo el territorio, desde climáticas, de suelo, de población, etc. y de allí entender la diversidad de las economías regionales y los conflictos que devienen de ellas. Para aproximarse a esta disciplina (la geografía), Álvarez va a trabajar con las investigaciones del doctor E.A.S. Delachaux plasmadas en la Revista del Museo de La Plata.
Al modo de encarar el estudio de la historia de Álvarez se lo puede relacionar con el del norteamericano Turner, que también sostenía que, para entender la historia había que ver más allá de las instituciones y de las formas constitucionales, que detrás de ellas yacen las fuerzas vitales que llaman a estos órganos a la vida y los modelan para satisfacer las condiciones cambiantes, esto es el ambientalismo, la importancia del medio físico y social. También aparece el presentismo, que es la idea de que la historia sea una respuesta a los requerimientos del presente, así también Álvarez  buscará ofrecer la explicación del presente. También tienen en común en esta búsqueda de fenómenos económicos y sociales con otros matices, donde estos historiadores van a poner sobre el tapete la importancia que ha tenido el conflicto, la diversidad, la explotación, las carencias primitivas, pobreza, etc. [8]. Así como Turner veía en la frontera en expansión y como la de que se dispusiera de un territorio libre como fundamento de las instituciones democráticas estadounidenses, Álvarez ve en las diferencias geográficas y de la producción de cada región las causas de las guerras civiles.
A diferencia de otros trabajos de los considerados historiadores positivistas, como por ejemplo Ramos Mejía y  su obra Las Multitudes Argentinas, donde no se utilizan fuentes primarias, en la obra de Álvarez, estas van a abundar, desde documentación del Archivo de indias, los recogidos por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Censos, Leyes diversas, discursos de senadores. Utiliza estadísticas de autores extranjeros como Parish-Maeso, los cuales aparecerán en varios tramos del libro. También utiliza  los textos escritos por los observadores directos de la época como Félix de Azara, Miguel Lastarria o Pedro de Angelis. Utilizará también fuentes secundarias como la Historia de la Instrucción Primaria en la República Argentina de Juan P. Ramos.
En su condición de estadígrafo a lo largo del libro van a parecer distintos tipos de cuadros y gráficos para comparar precios – la historia de los precios y los salarios es algo a lo que va a prestar singular atención- , observar las fluctuaciones de la economía, es lo que va a hacer de este libro algo original para esta época en que la historia era estudiada como una sucesión de acontecimientos, donde los actores principales son los hombres excepcionales. En esta nueva forma de encarar el estudio de la historia, desde lo económico, lo geográfico, lo social, los actores pasan a ser las muchedumbres, las regiones, los grandes hombres, sin que su presencia sea puesta en discusión, porque, parafraseando a Álvarez, no hubiese sido lo mismo si la campaña a Chile y Perú la hubiese comandado un militar sin la experiencia de San Martín, éstos pasan a un segundo plano.
Como fue dicho anteriormente, esta obra, de carácter monográfico, considerada un ensayo no da cuenta del desarrollo de las guerras civiles sino de sus causas y lo que devino de ellas y como fueron resueltos los conflictos. Pero el último capítulo nos habla de un tema presente y crucial de la época: el sufragio y la instrucción pública. En este capítulo se recorre la historia del sufragio desde 1810 a 1912,  desde le primer momento se habló de sufragio universal, pero las prácticas llevadas por las circunstancias fueron otras, el voto siempre estuvo restringido, unas veces por la facción unitaria, otras por la federal y así hasta las leyes electorales vigentes desde 1857. Álvarez cita al senador Pellegrini en un discurso en la Cámara de Senadores: (…)”No conocimos en la práctica, el ejercicio del sufragio libre por todos los electores. Media sin embargo un atenuante: cincuenta y nueve años después de la Revolución de Mayo el censo reveló que sobre seis de esos votantes teóricos, solo uno sabía leer y escribir”[9].  Es en este momento donde Álvarez cuestiona la Ley Sáenz Peña. Observa en ella lo positivo de que se acabe el fraude, la inclusión de las minorías capaces de voto pero con ideas divergentes que hasta entonces no tuvieron otra válvula de escape que la revolución; aunque ve con recelo el entregar a las mayorías ineducadas una herramienta capaz de destruir la obra  secular de los gobiernos argentinos.
El problema de la instrucción para la vida cívica es en el que más llama la atención a la élite gobernante. Igual que lo expuesto anteriormente, Álvarez hace un breve racconto de la educación en el territorio argentino y su penosa inmadurez. Hace notar el avance que tuvo a partir de 1880, pero deja entrever que el rumbo nacionalista que tomó la escuela y la educación superior en el centenario no alcanza para formar dirigentes para la breve duración de los cargos gubernativos.
En su misión como intelectual, Álvarez hace un llamado a la dirigencia para que revierta esta situación que puede devenir en nuevos episodios sangrientos. Como dice al final de su libro “como si el patriotismo  solo hubiera de cimentarse en la vanidad nacional y en la existencia de héroes comunes, la escuela exagera las ventajas del país. Deja entrever a los niños que solo aquí pueden hallarse tierras fértiles, clima suave, libertad, fácil riqueza y soldados animosos; con lo cual produce ciudadanos para quienes los problemas nacionales no tienen más explicación que la inepcia de los gobiernos. (…) En verdad, así entendida, la escuela primaria no evitará las guerras civiles.”[10]
                                                                                  Ricardo B. 



  BIBLIOGRAFÍA


ÁLVAREZ, Juan, Las Guerras Civiles Argentinas Buenos Aires, Eudeba, 1983.

NOVICK, Peter, Ese Noble Sueño. La objetividad y la historia profesional norteamericana. México, Instituto Mora, 1997.

KOCKA, Jürgen, Historia Social. Concepto-Desarrollo-Problemas, Barcelona, Alfa, 1989.

NOIRIEL, Gerard, Sobre la crisis de la historia, Valencia, Cátedra Universitat de Valencia, 1992.

DEVOTO, Fernando, Relatos históricos, pedagogías cívicas e identidad nacional en Gutman, Margarita (editora) Construir bicentenarios: Argentina. Buenos Aires, Observatorio Argentino. Fundación Octubre. Caras y Caretas. 2005.


HALPERÍN DONGHI, Tulio. Ensayos de Historiografía. Buenos Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 1996.


Notas 

[1] KOCKA, Jürgen, Historia Social. Concepto-Desarrollo-Problemas, Barcelona, Alfa, 1989, Cáp. 2.
[2] NOIRIEL, Gerard, Sobre la crisis de la historia, Valencia, Cátedra Universitat de Valencia, 1992.
Cáp. 2
[3] BAGÚ, Sergio en Álvarez, Juan  (autor) Las Guerras Civiles Argentinas, Buenos Aires, Eudeba, 1983. Pág. 5.
[4] DEVOTO, Fernando, relatos históricos, pedagogías cívicas e identidad nacional en Gutman, Margarita (editora) Construir bicentenarios: Argentina. Buenos Aires, Observatorio Argentino,.Fundación Octubre. Caras y Caretas. 2005
[5] BAGÚ, Sergio, op.cit. 1983. Pág. 8.
[6] ÁLVAREZ, Juan, Las Guerras Civiles Argentinas Buenos Aires, Eudeba, 1983. Pág. 21.
[7] ÁLVAREZ, Juan, op.cit. Pág. 22
 [8] NOVICK, Peter, Ese Noble Sueño. La objetividad y la historia profesional norteamericana. México, Instituto Mora, 1997. Cáp. 4
[9] ÁLVAREZ, Juan, op.cit. Pág. 129.
[10] Ídem. Pág.135.