jueves, 25 de noviembre de 2010

Las Guerras Civiles Argentinas


Análisis Historiográfico del libro “Las Guerras Civiles Argentinas”
 de Juan Álvarez

La obra que voy a analizar es “Las Guerras Civiles Argentinas” de Juan Álvarez, publicada en 1914. Voy a trabajar con una edición de Eudeba de 1983.
Para acercarme al trabajo de Álvarez, utilizaré como marco teórico a los textos vistos en clase de Gerard Noiriel, Peter Novick y Jürgen Kocka además de utilizar un artículo de Fernando Devoto, otro de Tulio Halperín Donghi, más el prólogo del libro escrito por Sergio Bagú.
A partir de Niebhur y Ranke a principios del siglo XIX,  desde Alemania hacia Europa se irá imponiendo el método histórico-crítico el cual tenía preferencias por fuentes literarias-lingüísticas y por la interpretación hermenéutica-comprensiva. Este método formaba al historiador para el estudio de las motivaciones, actitudes y acciones transmitidas más que para la exploración de las estructuras y procesos supraindividuales, por eso la vida política era más adecuada para la investigación que la vida social y económica[1]. Argentina no va a ser ajena a este modo de encarar el estudio de la historia. Bartolomé Mitre se va a convertir en el iniciador de la historiografía científica argentina, a diferencia de Vicente Fidel López que pretendía hacer una historia filosofante, Mitre junto a Paul Groussac van a pensar en una historia que deba ajustarse a los cánones metodológicos de Europa.
También a principios del siglo XIX surge, desde Francia, una nueva corriente filosófica llamada Positivismo. Desde el sociólogo Augusto Comte comenzará a desarrollarse un nuevo paradigma en las ciencias sociales, se utilizará el método científico que venía desarrollándose en las ciencias naturales desde el siglo XVIII, que es organizar conocimientos (naturales o sociales) mediante la observación empírica de determinadas hipótesis para luego establecer leyes con carácter predictivo.
Posteriormente se darán una serie de discusiones sobre si la historia es o no es una ciencia, pero lo que es necesario remarcar es que el positivismo influye sobre los historiadores al alcanzar un método riguroso, de dar validez a las afirmaciones a partir de las fuentes. La historia que va a predominar en las obras de los positivistas, será de tipo monográfico, que permita bajar la mayor cantidad de datos.[2]
En Argentina existía una generación de historiadores positivistas entre finales del siglo XIX y XX entre los que se destacaban Álvarez, Ramos Mejía, Ingenieros, Quesada, Juan A. García. Esta generación positivista no veía que la historia argentina fuese un proceso tan exitoso como lo había propuesto Mitre y a su vez era mucho más escéptica  acerca de la posibilidad de extraer lecciones provechosas de ella. Los personajes de estos historiadores no eran los próceres ni la construcción de una nación independiente, sino las multitudes, la familia, la sociabilidad, la locura, las formas económicas o las instituciones políticas.
Entre ellos estaba Juan Álvarez (1878-1954),  quien era además de historiador, “estadígrafo y jurista., su producción escrita traduce en todo momento su responsabilidad científica y técnica. Bajo su dirección se levantó en Rosario, en 1910, el tercer censo municipal, que contiene importante material estadístico para la medición de múltiples fenómenos sociales y económicos.” [3]

 Juan Álvarez en esta obra intenta comprender los conflictos políticos y sociales relacionándolos con las fluctuaciones cíclicas de la economía, y a la vez deja de lado la utilización de la historia para propósitos de pedagogía patriótica escolar sino que su propuesta es la de suministrar a las élites, no a los estudiantes, los medios para prever los conflictos sociales a través de un descubrimiento de las leyes que rigen a los mismos.[4] En resumen, la obra intenta explicar la historia centrándose en el antagonismo Buenos Aires-Interior en sus causas económicas, tanto el conflicto por controlar los recursos aduaneros del puerto único como la oposición entre los operadores del libre cambio y los proteccionistas. Sergio Bagú en el prólogo del libro nos dice:”(…)Esta obra de Juan Álvarez no ofrece una teoría general del origen de los conflictos armados en la historia nacional -como podría sugerirlo el título- , sino que presenta diversas situaciones históricas, importantes todas ellas aunque no conectadas entre sí, en las cuales debe admitirse la presencia de causas económicas inmediatas, si bien dejando a salvo, como lo hace el autor de modo expreso, la posibilidad de que hayan actuado asimismo otras de diferente naturaleza.”[5]
La hipótesis de Juan Álvarez, “aspira a demostrar que las guerras civiles argentinas ofrecen un sentido suficientemente claro en cuanto se las relaciona con ciertos aspectos económicos de la vida nacional”.[6] Entiende que el error de los historiadores emana de atribuir más importancia al aspecto externo de los hechos que a la investigación de las causas, las revoluciones son vistas como resultado de la voluntad de un jefe militar o un caudillo más las muchedumbres que lo siguen, pero los intereses o aspiraciones de un solo hombre no explican la actitud de las muchedumbres mejor que las aspiraciones e intereses de esas muchedumbres.
Y como positivista, concluye demostrando la utilidad de su objeto de estudio,  para poder prever la producción del fenómeno revolucionario. “No llegaremos a predecir que tal día, determinado jefe sublevará a sus tropas; pero se podrá establecer con bastante aproximación en que momento y por que motivo hayan de aumentar en ciertas regiones del país las probabilidades de desordenes sangrientos[7].”
La obra, dividida en ocho capítulos, parte desde la geografía para explicar las diferencias existentes en todo el territorio, desde climáticas, de suelo, de población, etc. y de allí entender la diversidad de las economías regionales y los conflictos que devienen de ellas. Para aproximarse a esta disciplina (la geografía), Álvarez va a trabajar con las investigaciones del doctor E.A.S. Delachaux plasmadas en la Revista del Museo de La Plata.
Al modo de encarar el estudio de la historia de Álvarez se lo puede relacionar con el del norteamericano Turner, que también sostenía que, para entender la historia había que ver más allá de las instituciones y de las formas constitucionales, que detrás de ellas yacen las fuerzas vitales que llaman a estos órganos a la vida y los modelan para satisfacer las condiciones cambiantes, esto es el ambientalismo, la importancia del medio físico y social. También aparece el presentismo, que es la idea de que la historia sea una respuesta a los requerimientos del presente, así también Álvarez  buscará ofrecer la explicación del presente. También tienen en común en esta búsqueda de fenómenos económicos y sociales con otros matices, donde estos historiadores van a poner sobre el tapete la importancia que ha tenido el conflicto, la diversidad, la explotación, las carencias primitivas, pobreza, etc. [8]. Así como Turner veía en la frontera en expansión y como la de que se dispusiera de un territorio libre como fundamento de las instituciones democráticas estadounidenses, Álvarez ve en las diferencias geográficas y de la producción de cada región las causas de las guerras civiles.
A diferencia de otros trabajos de los considerados historiadores positivistas, como por ejemplo Ramos Mejía y  su obra Las Multitudes Argentinas, donde no se utilizan fuentes primarias, en la obra de Álvarez, estas van a abundar, desde documentación del Archivo de indias, los recogidos por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Censos, Leyes diversas, discursos de senadores. Utiliza estadísticas de autores extranjeros como Parish-Maeso, los cuales aparecerán en varios tramos del libro. También utiliza  los textos escritos por los observadores directos de la época como Félix de Azara, Miguel Lastarria o Pedro de Angelis. Utilizará también fuentes secundarias como la Historia de la Instrucción Primaria en la República Argentina de Juan P. Ramos.
En su condición de estadígrafo a lo largo del libro van a parecer distintos tipos de cuadros y gráficos para comparar precios – la historia de los precios y los salarios es algo a lo que va a prestar singular atención- , observar las fluctuaciones de la economía, es lo que va a hacer de este libro algo original para esta época en que la historia era estudiada como una sucesión de acontecimientos, donde los actores principales son los hombres excepcionales. En esta nueva forma de encarar el estudio de la historia, desde lo económico, lo geográfico, lo social, los actores pasan a ser las muchedumbres, las regiones, los grandes hombres, sin que su presencia sea puesta en discusión, porque, parafraseando a Álvarez, no hubiese sido lo mismo si la campaña a Chile y Perú la hubiese comandado un militar sin la experiencia de San Martín, éstos pasan a un segundo plano.
Como fue dicho anteriormente, esta obra, de carácter monográfico, considerada un ensayo no da cuenta del desarrollo de las guerras civiles sino de sus causas y lo que devino de ellas y como fueron resueltos los conflictos. Pero el último capítulo nos habla de un tema presente y crucial de la época: el sufragio y la instrucción pública. En este capítulo se recorre la historia del sufragio desde 1810 a 1912,  desde le primer momento se habló de sufragio universal, pero las prácticas llevadas por las circunstancias fueron otras, el voto siempre estuvo restringido, unas veces por la facción unitaria, otras por la federal y así hasta las leyes electorales vigentes desde 1857. Álvarez cita al senador Pellegrini en un discurso en la Cámara de Senadores: (…)”No conocimos en la práctica, el ejercicio del sufragio libre por todos los electores. Media sin embargo un atenuante: cincuenta y nueve años después de la Revolución de Mayo el censo reveló que sobre seis de esos votantes teóricos, solo uno sabía leer y escribir”[9].  Es en este momento donde Álvarez cuestiona la Ley Sáenz Peña. Observa en ella lo positivo de que se acabe el fraude, la inclusión de las minorías capaces de voto pero con ideas divergentes que hasta entonces no tuvieron otra válvula de escape que la revolución; aunque ve con recelo el entregar a las mayorías ineducadas una herramienta capaz de destruir la obra  secular de los gobiernos argentinos.
El problema de la instrucción para la vida cívica es en el que más llama la atención a la élite gobernante. Igual que lo expuesto anteriormente, Álvarez hace un breve racconto de la educación en el territorio argentino y su penosa inmadurez. Hace notar el avance que tuvo a partir de 1880, pero deja entrever que el rumbo nacionalista que tomó la escuela y la educación superior en el centenario no alcanza para formar dirigentes para la breve duración de los cargos gubernativos.
En su misión como intelectual, Álvarez hace un llamado a la dirigencia para que revierta esta situación que puede devenir en nuevos episodios sangrientos. Como dice al final de su libro “como si el patriotismo  solo hubiera de cimentarse en la vanidad nacional y en la existencia de héroes comunes, la escuela exagera las ventajas del país. Deja entrever a los niños que solo aquí pueden hallarse tierras fértiles, clima suave, libertad, fácil riqueza y soldados animosos; con lo cual produce ciudadanos para quienes los problemas nacionales no tienen más explicación que la inepcia de los gobiernos. (…) En verdad, así entendida, la escuela primaria no evitará las guerras civiles.”[10]
                                                                                  Ricardo B. 



  BIBLIOGRAFÍA


ÁLVAREZ, Juan, Las Guerras Civiles Argentinas Buenos Aires, Eudeba, 1983.

NOVICK, Peter, Ese Noble Sueño. La objetividad y la historia profesional norteamericana. México, Instituto Mora, 1997.

KOCKA, Jürgen, Historia Social. Concepto-Desarrollo-Problemas, Barcelona, Alfa, 1989.

NOIRIEL, Gerard, Sobre la crisis de la historia, Valencia, Cátedra Universitat de Valencia, 1992.

DEVOTO, Fernando, Relatos históricos, pedagogías cívicas e identidad nacional en Gutman, Margarita (editora) Construir bicentenarios: Argentina. Buenos Aires, Observatorio Argentino. Fundación Octubre. Caras y Caretas. 2005.


HALPERÍN DONGHI, Tulio. Ensayos de Historiografía. Buenos Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 1996.


Notas 

[1] KOCKA, Jürgen, Historia Social. Concepto-Desarrollo-Problemas, Barcelona, Alfa, 1989, Cáp. 2.
[2] NOIRIEL, Gerard, Sobre la crisis de la historia, Valencia, Cátedra Universitat de Valencia, 1992.
Cáp. 2
[3] BAGÚ, Sergio en Álvarez, Juan  (autor) Las Guerras Civiles Argentinas, Buenos Aires, Eudeba, 1983. Pág. 5.
[4] DEVOTO, Fernando, relatos históricos, pedagogías cívicas e identidad nacional en Gutman, Margarita (editora) Construir bicentenarios: Argentina. Buenos Aires, Observatorio Argentino,.Fundación Octubre. Caras y Caretas. 2005
[5] BAGÚ, Sergio, op.cit. 1983. Pág. 8.
[6] ÁLVAREZ, Juan, Las Guerras Civiles Argentinas Buenos Aires, Eudeba, 1983. Pág. 21.
[7] ÁLVAREZ, Juan, op.cit. Pág. 22
 [8] NOVICK, Peter, Ese Noble Sueño. La objetividad y la historia profesional norteamericana. México, Instituto Mora, 1997. Cáp. 4
[9] ÁLVAREZ, Juan, op.cit. Pág. 129.
[10] Ídem. Pág.135.