domingo, 6 de octubre de 2019


El catolicismo a la defensiva
Reseña sobre el trabajo de Fortunato Mallimaci, “El catolicismo argentino desde el liberalismo integral a la hegemonía militar”. En 500 años de cristianismo en la Argentina. Bs.As.; 1992

Nuestro país vive el auge  del liberalismo entre 1880 y 1910. La Argentina se abre al “mundo civilizado”, de la razón y el progreso, de mercados libres y expresiones en inglés y francés.
El catolicismo no fue insensible a esta situación. Así como en la sociedad se debatía sobre el modelo de país, las leyes apropiadas para el momento, el papel a jugar por las organizaciones obreras, las ideologías a imponer y las doctrinas a combatir, también al interior del catolicismo se mezclaban y entrecruzaban proyectos, modelos, alternativas.
Desde el Vaticano  se impulsa un proceso de concentración de fuerzas y de centralización de proyectos, haciendo eje en el proceso llamado de romanización, en lucha y conflicto con el moderno estado liberal que desde mediados y fines del siglo pasado busca tener la hegemonía total sobre lo social y concibe lo religioso, en este caso el catolicismo, “en el “ámbito de lo privado”.
El liberalismo busca ser hegemónico y penetrar en el conjunto de  la sociedad. Para ello debe ampliar su base de consenso y legitimidad que comienza a ser cuestionada por los nuevos actores sociales producto del proceso de transformación llevado adelante hasta el momento. Parte de ese proyecto implica impedir el crecimiento institucional del aparato eclesial, ya que este aparece tildado como “arcaico, atrasado, conservador”, ligado a la vieja sociedad colonial o caudillesca. El liberalismo se muestra así de manera integral.
El proceso de modernización capitalista va estructurando nuevas relaciones de producción que impulsan el surgimiento en las principales ciudades de diversos movimientos de trabajadores que, con el correr de los años se van organizando en asociaciones, federaciones, sindicatos, centrales obreras. Anarquistas y socialistas van a la cabeza en propaganda, organización y presencia entre los sectores obreros.
El catolicismo argentino desde fines del siglo XIX intentará también dar respuesta a la cuestión social.
El liberalismo, como los socialistas que llegan al parlamento o los anarquistas que luchan en las calles, comparten sobre este punto el mismo objetivo: la religión o debe ocupar el espacio de lo privado o debe desaparecer.
Sin embargo, las nuevas parroquias que se crean cuentan con el apoyo financiero de las grandes familias ligadas al sector agroexportador, especialmente a partir de sus mujeres, organizadas en Ligas y Grupos de Damas Católicas. Son ellas las que las apadrinan, las que forman las primeras asociaciones laicales. En estos casos no se está contra la religión sino se busca que su catolicismo de vida privada sea el dominante al interior del catolicismo argentino.
Los socialistas al ir ocupando puestos parlamentarios van a buscar ir eliminando la presencia católica de los lugares públicos y evitando su presencia en los sectores populares, especialmente en las ciudades. La propaganda anarquista y socialista presenta a la iglesia como aliada de patronos y hacendados.
Frente al avance arrollador del liberalismo y al hecho de que el mismo se personifique en familias, instituciones, símbolos y siendo además quien controla los resortes del Estado, existen sectores que deciden que cuanto antes se pueda conciliar con esos sectores, mejor serán las posibilidades de rearmar el aparato institucional tal cual estaba en la época de la cristiandad colonial. Catolizar las clases dominantes pasa a ser  para estos sectores un objetivo central.
Para otros sectores la urgencia pasa por tener una presencia entre las clases peligrosas. Para ello es fundamental evitar que el socialismo y el anarquismo continúen gravitando sobre las masas obreras que comienzan a organizarse en las grandes ciudades. Para combatir al socialismo, en esta línea de pensamiento, no se trata de conciliar con el liberalismo para impulsar junto a ellos políticas antisocialistas, sino de crear organizaciones de inspiración católica al interior de las propias clases explotadas que permitan a los trabajadores seguir viviendo su fe. No tienen dinero pero buscan controlar el aparato institucional a partir de su ligazón con Roma.
Se comienza a dar así “el nacimiento del movimiento católico” que tiene como objetivos centrales la “Recristianización de la sociedad” y crear un “catolicismo en toda la vida” impulsando una estrategia propia que haga del enfrentamiento con el liberalismo y el socialismo un mismo objetivo. Para ello es necesario movilizar a todo el catolicismo, en especial a los grupos más numerosos (los más humildes) no para eliminar a las clases pudientes, como afirman los socialistas, ni para actuar como legitimador del mercado, la propiedad privada o la libre competencia, como sostienen los liberales que se acercaron al catolicismo después de las primeras huelgas obreras, sino para lograr la armonía entre las clases, la búsqueda del bien común.
En 1892, los Círculos de Obreros comienzan a funcionar en Argentina inspirados por el padre Federico Grote y con la animación ya sea de obreros como de intelectuales católicos sensibilizados por la temática social. Frente al “liberal positivismo” y a la influencia del socialismo, los Círculos de Obreros buscan ganar las masas obreras para ponerlas bajo el saludable influjo de la Iglesia.
A medida que las luchas sociales se incrementaban, otros sectores sociales, comienzan a apoyar la tarea de los Círculos. La ultrasensibilidad de las clases dominantes argentinas las lleva a percibir graves amenazas sociales en huelgas o atentados terroristas individuales y a responder violentamente a todo tipo e organización autónoma o de luchas por mayor justicia social. Los Círculos son visualizados cono ejemplo de organización obrera. Los recursos financieros llegan de prominentes familias que permiten organizar y disponer de una mejor infraestructura. No se busca crear sindicatos católicos sino luchar contra socialistas y anarquistas para ganara los obreros a la causa del Reinado social de Jesucristo. Pero el fuerte anticlericalismo de los sectores obreros a principios de siglo va a dificultar esta tarea. La actividad social entre obreros y estudiantes, entre artesanos e intelectuales, debía llevar tarde o temprano, a buscar otros canales para que las propuestas desarrolladas en los Círculos fueran implementadas desde el Estado. La necesidad de organizarse en grupos, en movimientos o en partidos políticos va naciendo y creciendo. Su ser cristiano los ha llevado a descubrir la realidad social y desde allí buscan organizarse políticamente.

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