El catolicismo a la
defensiva
Reseña sobre el trabajo de Fortunato Mallimaci, “El catolicismo argentino desde el liberalismo
integral a la hegemonía militar”. En 500 años de cristianismo en la
Argentina. Bs.As.; 1992
Nuestro país vive el auge del
liberalismo entre 1880 y 1910. La Argentina se abre al “mundo civilizado”, de
la razón y el progreso, de mercados libres y expresiones en inglés y francés.
El catolicismo no fue insensible a esta situación.
Así como en la sociedad se debatía sobre el modelo de país, las leyes
apropiadas para el momento, el papel a jugar por las organizaciones obreras,
las ideologías a imponer y las doctrinas a combatir, también al interior del
catolicismo se mezclaban y entrecruzaban proyectos, modelos, alternativas.
Desde el Vaticano se impulsa un
proceso de concentración de fuerzas y de centralización de proyectos, haciendo
eje en el proceso llamado de romanización, en lucha y conflicto con el moderno
estado liberal que desde mediados y fines del siglo pasado busca tener la
hegemonía total sobre lo social y concibe lo religioso, en este caso el
catolicismo, “en el “ámbito de lo privado”.
El liberalismo busca ser hegemónico y penetrar en
el conjunto de la sociedad. Para ello
debe ampliar su base de consenso y legitimidad que comienza a ser cuestionada
por los nuevos actores sociales producto del proceso de transformación llevado
adelante hasta el momento. Parte de ese proyecto implica impedir el crecimiento
institucional del aparato eclesial, ya que este aparece tildado como “arcaico,
atrasado, conservador”, ligado a la vieja sociedad colonial o caudillesca. El
liberalismo se muestra así de manera integral.
El proceso de modernización capitalista va
estructurando nuevas relaciones de producción que impulsan el surgimiento en
las principales ciudades de diversos movimientos de trabajadores que, con el
correr de los años se van organizando en asociaciones, federaciones,
sindicatos, centrales obreras. Anarquistas y socialistas van a la cabeza en
propaganda, organización y presencia entre los sectores obreros.
El catolicismo argentino desde fines del siglo XIX
intentará también dar respuesta a la cuestión social.
El liberalismo, como los socialistas que llegan al
parlamento o los anarquistas que luchan en las calles, comparten sobre este
punto el mismo objetivo: la religión o debe ocupar el espacio de lo privado o
debe desaparecer.
Sin embargo, las nuevas parroquias que se crean
cuentan con el apoyo financiero de las grandes familias ligadas al sector
agroexportador, especialmente a partir de sus mujeres, organizadas en Ligas y
Grupos de Damas Católicas. Son ellas las que las apadrinan, las que forman las
primeras asociaciones laicales. En estos casos no se está contra la religión
sino se busca que su catolicismo de vida privada sea el dominante al interior
del catolicismo argentino.
Los socialistas al ir ocupando puestos
parlamentarios van a buscar ir eliminando la presencia católica de los lugares
públicos y evitando su presencia en los sectores populares, especialmente en
las ciudades. La propaganda anarquista y socialista presenta a la iglesia como
aliada de patronos y hacendados.
Frente al avance arrollador del liberalismo y al
hecho de que el mismo se personifique en familias, instituciones, símbolos y
siendo además quien controla los resortes del Estado, existen sectores que
deciden que cuanto antes se pueda conciliar con esos sectores, mejor serán las
posibilidades de rearmar el aparato institucional tal cual estaba en la época
de la cristiandad colonial. Catolizar las clases dominantes pasa a ser para estos sectores un objetivo central.
Para otros sectores la urgencia pasa por tener una
presencia entre las clases peligrosas. Para ello es fundamental evitar que el
socialismo y el anarquismo continúen gravitando sobre las masas obreras que
comienzan a organizarse en las grandes ciudades. Para combatir al socialismo,
en esta línea de pensamiento, no se trata de conciliar con el liberalismo para
impulsar junto a ellos políticas antisocialistas, sino de crear organizaciones
de inspiración católica al interior de las propias clases explotadas que
permitan a los trabajadores seguir viviendo su fe. No tienen dinero pero buscan
controlar el aparato institucional a partir de su ligazón con Roma.
Se comienza a dar así “el nacimiento del movimiento
católico” que tiene como objetivos centrales la “Recristianización de la
sociedad” y crear un “catolicismo en toda la vida” impulsando una estrategia
propia que haga del enfrentamiento con el liberalismo y el socialismo un mismo
objetivo. Para ello es necesario movilizar a todo el catolicismo, en especial a
los grupos más numerosos (los más humildes) no para eliminar a las clases
pudientes, como afirman los socialistas, ni para actuar como legitimador del
mercado, la propiedad privada o la libre competencia, como sostienen los
liberales que se acercaron al catolicismo después de las primeras huelgas
obreras, sino para lograr la armonía entre las clases, la búsqueda del bien
común.
En 1892, los Círculos de Obreros comienzan a
funcionar en Argentina inspirados por el padre Federico Grote y con la
animación ya sea de obreros como de intelectuales católicos sensibilizados por
la temática social. Frente al “liberal positivismo” y a la influencia del
socialismo, los Círculos de Obreros buscan ganar las masas obreras para
ponerlas bajo el saludable influjo de la Iglesia.
A medida que las luchas sociales se incrementaban,
otros sectores sociales, comienzan a apoyar la tarea de los Círculos. La
ultrasensibilidad de las clases dominantes argentinas las lleva a percibir
graves amenazas sociales en huelgas o atentados terroristas individuales y a
responder violentamente a todo tipo e organización autónoma o de luchas por
mayor justicia social. Los Círculos son visualizados cono ejemplo de organización
obrera. Los recursos financieros llegan de prominentes familias que permiten
organizar y disponer de una mejor infraestructura. No se busca crear sindicatos
católicos sino luchar contra socialistas y anarquistas para ganara los obreros
a la causa del Reinado social de Jesucristo. Pero el fuerte anticlericalismo de
los sectores obreros a principios de siglo va a dificultar esta tarea. La
actividad social entre obreros y estudiantes, entre artesanos e intelectuales,
debía llevar tarde o temprano, a buscar otros canales para que las propuestas
desarrolladas en los Círculos fueran implementadas desde el Estado. La
necesidad de organizarse en grupos, en movimientos o en partidos políticos va
naciendo y creciendo. Su ser cristiano los ha llevado a descubrir la realidad
social y desde allí buscan organizarse políticamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
si tenés algo que decir, decilio...