lunes, 18 de mayo de 2020

Lecturas...

Martín Fierro                                José Hernández
(fragmentos)

Mi gala en las pulperías
Era, en habiendo mas gente,
ponerme medio caliente,
Pues cuando puntiao me encuentro
Me salen coplas de adentro
como agua de la virtiente.

Cantando estaba una vez
En una gran diversión,
Y aprovecho la ocasión
Como quiso el Juez de Paz...
Se presentó, y ahi nomás
Hizo arriada en montón.

Juyeron los más matreros
Y lograron escapar:
Yo no quise disparar,
Soy manso y no había porqué,
Muy tranquilo me quedé
Y ansi me dejé agarrar

Ni los mirones salvaron
De esa arriada de mi flor,
Fué acoyarao el cantor
Con el gringo de la mona,
A uno solo, por favor,
Logró salvar la patrona.

Formaron un contingente
Con los que del baile arriaron,
Con otros nos mesturaron,
Que habían agarrao también,
Las cosas que aquí se ven
Ni los diablos las pensaron.

A mí el Juez me tomó entre ojos
En la ultima votación:
Me le había hecho el remolón
Y no me arrimé ese día,
Y él dijo que yo servía
A los de la esposición.

Y ansí sufrí ese castigo
Tal vez por culpas ajenas,
Que sean malas o sean güenas
Las listas, siempre me escondo:
Yo soy un gaucho redondo
Y esas cosas no me enllenan.

Al mandarnos nos hicieron
Mas promesas que a un altar,
El Juez nos jué a proclamar
Y nos dijo muchas veces:
Muchachos, a los seis meses
Los van a ir a relevar.

De los pobres que allí había
A ninguno lo largaron,
Los más viejos rezongaron,
Pero a uno que se quejó
En seguida lo estaquiaron,
Y la cosa se acabó.

A naides le dieron armas,
Pues toditas las que había
El Coronel las tenía,
Sigun dijo esa ocasión,
Pa repartirlas el día
En que hubiera una invasión.
Al principio nos dejaron
De haraganes criando sebo,
Pero después... no me atrevo
A decir lo que pasaba...
!Barajo!... si nos trataban
Como se trata a malevos.

Porque todo era jugarle
Por los lomos con la espada,
Y aunque usté no hiciera nada,
Lo mesmito que en palermo,
Le daban cada cepiada
Que lo dejaban enfermo.

¡Y que indios, ni que servicio;
Si allí no había ni cuartel!
Nos mandaba el Coronel
A trabajar en sus chacras,
Y dejábamos las vacas
que las llevara el infiel.

Más de un año nos tuvieron
En esos trabajos duros;
Y los indios, le asiguro
Dentraban cuando querían:
Como no los perseguían,
Siempre andaban sin apuro.

Aquello no era servicio
Ni defender la frontera;
Aquello era ratonera
En que sólo gana el juerte:
Era jugar a la suerte
Con una taba culera.

Allí tuito va al revés;
Los milicos son los piones,
Y andan en las poblaciones
Emprestaos pa trabajar;
Los rejuntan pa peliar
Cundo entran indios ladrones.

Yo he visto en esa milonga
Muchos Jefes con estancia,
Y piones en abundancia,
Y majadas y rodeos;
He visto negocios feos
A pesar de mi inorancia.

Y colijo que no quieren
La barunda componer;              
Para eso no ha de tener,
El Jefe que esté de estable,
Mas que su poncho y su sable,
Su caballo y su deber.

Ansina, pues, conociendo
Que aquel mal no tiene cura,
Que tal vez mi sepoltura
Si me quedo iba a encontrar,
Pensé mandarme mudar
Como cosa más sigura.  

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Una Excursión a los indios Ranqueles                                                                Lucio V. Mansilla
(fragmento)

Oigamos discurrir a los bárbaros. Conversando un día con Mariano Rosas, yo hablé así: -Hermano, los cristianos han hecho hasta ahora lo que han podido, y harán en adelante cuanto puedan, por los indios.
Su contestación fue con visible expresión de ironía: -Hermano, cuando los cristianos han podido nos han muerto; y si mañana pueden matarnos a todos, nos matarán. Nos han enseñado a usar ponchos finos, a tomar mate, a fumar, a comer azúcar, a beber vino, a usar bota fuerte. Pero no nos han enseñado ni a trabajar, ni nos han hecho conocer a su Dios. Y entonces, hermano, ¿qué servicios les debemos?
Yo habría deseado que Sócrates hubiese estado dentro de mí en aquel momento a ver qué contestaba con toda su sabiduría. Por mi parte, hice acto de conciencia y callé... Hasta entonces había cumplido con mi deber, en mi humilde esfera, según lo entendía.
Pero mi conducta personal no podía ni debía ser un argumento contra las humillantes objeciones del bárbaro.
No me cansaré de repetirlo: No hay peor mal que la civilización sin clemencia. Es el gran reproche que un historiador famoso le ha dirigido a su propio país, censurando su política en la India como conquistador

Los ranqueles derivan de los araucanos, con los que mantienen relaciones de parentesco y amistad. Tienen la frente algo estrecha, los juanetes salientes, la nariz corta y achatada, la boca grande, los labios gruesos, los ojos sensiblemente deprimidos en el ángulo externo, los cabellos abundantes y cerdosos, la barba y el bigote ralo; los órganos del oído y de la vista más desarrollados que los nuestros, la tez cobriza, a veces blancoamarillenta, la talla mediana, las espaldas anchas, los miembros fornidos. Pero estos caracteres físicos van desapareciendo a medida que se cruzan con nuestra raza, ganando en estatura, en elegancia de formas, en blancura y hasta en sagacidad y actividad. En una palabra, los ranqueles son una raza sólida, sana, bien constituida, sin esa persistencia semítica , que aleja a otras razas de toda tendencia a cruzarse y mezclarse, como lo prueba su predilección por nuestras mujeres, en las que hallan más belleza que en las indias, observación que podría inducir a sostener que el sentimiento estético es universal. Conversando con un indio, cambiamos estas palabras: -¿Qué te gusta más, una china o una cristiana? -Una cristiana, pues. -¿Y por qué? -Ese cristiana, más blanco, más alto, más pelo fino, ese cristiana más lindo.

La conquista pacífica de los ranqueles, cuya fisonomía física y moral conocemos ya, para absorberlos y refundirlos, por decirlo así, en el molde criollo, ¿sería un bien o un mal? En el día parece ser un punto fuera de disputa, que la fusión de las razas mejora las condiciones de la humanidad.
Cuando nuestros primeros padres los españoles llegaron a América, ¿qué mujeres traían? ¿El gobierno de la Metrópoli hizo con sus colonias lo que los gobiernos de Francia e Inglaterra hicieron con las suyas? ¿Mandó a ellas cargamentos de prostitutas? ¿No tuvieron los conquistadores que casarse con mujeres indígenas, entroncando recién entre sí, pasada la primera generación? Y entonces, si es así, todos los americanos tenemos sangre de indio en las venas, ¿por qué ese grito constante de exterminio contra los bárbaros?
Los hechos que se han observado sobre la constitución física y las facultades intelectuales y morales de ciertas razas, son demasiado aislados para sacar de ellos consecuencias generales, cuando se trata de condenar poblaciones enteras a la muerte o la barbarie.
¿Quién puede decir cuál es el punto donde se ha de detener una raza por efecto de su propia naturaleza? ¿Cuál es el orden de verdades al alcance de ciertas razas, vedadas para otras? ¿Cuál es la clase de operaciones practicables para los órganos de tal pueblo, que no conseguirá jamás practicar otro? ¿Cuáles son las virtudes propias de tal o cual organización? ¿La frenología ha pronunciado acaso su última palabra? ¿Entre las razas reputadas más perfectibles, no se hallan naciones tan bárbaras, tan esclavas y viciosas como en las demás? Nos horrorizamos de que entre los ranqueles se vendan las mujeres, y de que nos traigan terribles malones para cautivar y apropiarse las nuestras.
¿Y entre los hebreos, en tiempo de los Patriarcas, el esposo no le pagaba al padre el mohar o precio de la hija?
¿Y entre los árabes la viuda no constituía parte de la herencia o de los bienes que dejaba el difunto? ¿Y en Roma, no existía el coemptio , es decir, la compra y el usus , o sea la posesión de la mujer? ¿Y en Germania, como lo muestra la Ley Sajona, no existían el mundium , y costumbres análogas? ¿Y los visigodos, no tenían las arras , especie de precio nupcial, que reemplazaba la compra pura y simple, recordando la vieja usanza?
¿Y los francos, no pagaban el valor de las esposas a los padres, que éstos dividían con aquéllas?
Si hay algo imposible de determinar, es el grado de civilización a que llegará cada raza: y si hay alguna teoría calculada para justificar el despotismo, es la teoría de la fatalidad histórica. Las calamidades que afligen a la humanidad nacen de los odios de razas, de las preocupaciones inveteradas, de la falta de benevolencia y de amor. Por eso el medio más eficaz de extinguir la antipatía que suele observarse entre ciertas razas en los países donde los privilegios han creado dos clases sociales, una de opresores y otra de oprimidos, ES LA JUSTICIA. Pero esta palabra seguirá siendo un nombre vano, mientras al lado de la declaración de que todos los hombres son iguales, se produzca el hecho irritante, de que los mismos servicios y las mismas virtudes no merecen las mismas recompensas, que los mismos vicios y los mismos delitos no son igualmente castigados.
Por más que galopé tuve que dormir otra noche en el camino. Al día siguiente, temprano, llegaba a orillas del Río Quinto. Había andado doscientas cincuenta leguas, había visto un mundo desconocido y había soñado... Las galas de abril embellecían el verde panorama de la Villa de Mercedes, donde los esbeltos álamos y los melancólicos sauces llorones crecen frondosos a millares. El día estaba en calma, mi alma alegre.
Reímos sin inquietud cuando debiéramos estar taciturnos o gemir. ¡Somos unos insensatos! Y cuando tenemos un momento lúcido es para exclamar amargamente: ¡ay! ... Yo amo, sin embargo, el dolor y hasta el remordimiento, porque me devuelve la conciencia de mí mismo.



LA ESTRUCTURA DE PODER EN LAS TRIBUS AMIGAS DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES (1830-1850) * Silvia Ratto

Pueblos Indígenas y Migraciones en la pampa - AA/VV pág. 18 a 29

El "comunismo" en Jujuy: ideología y acción de los campesinos indígenas de la puna en la segunda mitad del siglo XIX - Gustavo L. Paz

RESISTENCIA A LA OBLIGACIÓN DE ARMARSE. RECLUTAMIENTO Y SERVICIO MILICIANO EN LA GUARDIA NACIONAL DE FRONTERA, BUENOS AIRES 1852-1879 - Leonardo Canciani*-

"Gauchos" "Montoneros" y "Montoneras" - Ariel de la Fuente

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